lunes, noviembre 25, 2024
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¿Mítines? No, gracias

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Si ya una campaña electoral es algo cansino y plomizo que se hace al margen de la vida de los ciudadanos y que apenas tiene sentido en una sociedad de la comunicación en la que todo el mundo sabe quién es quién, los mítines del fin de semana son insufribles. No se pueden decir más barbaridades.

Los líderes de los partidos en estos mítines se atacan sin piedad utilizando toda la sal gorda que pueden, saltando por encima de las buenas maneras y de lo políticamente correcto. Casi a vida o muerte. Cuando está súper demostrado que, escasamente, harán cambiar al dos por ciento de los votos indecisos.

No hay quién los entienda. Es como si se volviesen locos en medio de una multitud ansiosa de escuchar lo que quiere oír. Lo que no deja de ser una estupidez. No conozco a nadie que vaya a un mitin a escuchar lo que dicen todos los políticos para concretar su voto. Los políticos en los mítines hablan para convencidos, para su propia gente, para sus votantes. Es tan raro como que la Iglesia Católica le pida a los católicos que pongan la cruz en su casilla de la Declaración de la Renta. Eso se tiene que dar por supuesto, como el valor en la antigua mili.

¿Para qué, entonces, todos los partidos políticos hacen mítines en el Siglo XXI? No lo sé. Tal vez para que sus gabinetes de comunicación saquen imágenes y declaraciones que luego se vean en los telediarios. Pero, aunque así fuera, los mítines son caros. Hay que pagar toda la parafernalia.

Yo creo, de verdad, que sólo sirven para engordar el ego del candidato.

Pinocchio

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