Basta con imaginar la escena para sentir repugnancia. Uno de los hombres más poderosos del mundo, con tratamiento de Jefe de Estado, ahí está, desnudo, en su habitación del hotel de lujo que subyugado por una camarera afroamericana, de 32 años y madre de dos hijos —según cuentan las crónicas— se comporta con ella de la manera más inhumana y mezquina que cabe imaginar. Desnudo de cuerpo pero con ese punto de enfermedad que en algunos provoca el poder, Dominique Strauss-Khan, creyéndose dueño de vidas y haciendas, agrede de modo vil a una mujer que iba a limpiar su habitación.
No hay delito bonito. Todos son terribles, sobre todo si hay víctimas personales pero de entre todos ellos, la agresión sexual es especialmente repugnante y cuando quien presuntamente lo comete es un hombre con poder es de náusea. Probablemente DSK nunca pensó que a él le pudiera pasar esto. Que una camarera afroamericana; es decir negra o mulata pudiera dar al traste con su leyenda.
La reacción de la administración norteamericana ha sido ejemplar. Su detención fue fulminante y tengo para mí que si lo ocurrido ocurre en otro país es seguro que hubiera habido más miramientos en la acción policial. Detener en pleno avión a uno de los hombres más poderosos del mundo después de la denuncia de una simple y anónima camarera tiene su mérito y está muy bien que así haya sido. A falta de la investigación posterior, el relato de la agredida mereció toda la credibilidad. El hecho de que la denuncia fuera inmediata fue un factor decisivo.
DSK, además de ser el médico de cabecera de las finanzas mundiales, era la esperanza blanca del socialismo francés en el que sus mujeres han insistido en la presunción de inocencia. Y la tiene, pero bien podrían haber añadido algo así como que si los hechos se prueban se trataría de algo tan grave como repugnante.
No es el primer hombre con poder que se ve envuelto en feos asuntos sexuales. Ahí está Clinton y su aventura, en plena Casa Blanca, con la famosa becaria, por no hablar del que fuera presidente de Israel, condenado por violación sin olvidar a Berlusconi. Cuesta entender que estos hombres que lo tienen todo, incluido el sexo sin escándalo caigan en comportamientos que carecen de ética y de estética y caen en ellos porque creen que el poder les salva de todo, les da derecho a todos y les hace impunes a todo. A becarias, a menores de edad y a camareras si se tercia. Lo sorprendente es que la mujer de DSK -lo suyo además de vil es cutre-, pese a sus comportamientos anteriores en los que ya apuntaba maneras, ni se lo crea ni le deje de inmediato cosa que tampoco hizo en su momento Hillary Clinton.
Me quedo con la camarera que se resistió y se defendió y que además denunció. Se trataba de un hombre con poder.
Charo Zarzalejos