En todo puede equivocarse uno pero parece que no, ahora, al vaticinar el triunfo del PP en las elecciones del próximo domingo. Hay comunidades autónomas y gobiernos locales que, como ya he subrayado aquí, están pendientes de un puñado de votos o del resultado de partidos ajenos al PP y el PSOE pero, como incluso confirman los sondeos particulares y constantes de los partidos, la tendencia favorable a los populares y contraria a los socialistas se mantiene y se agranda. Tendrá, por tanto, más votos y más comunidades y alcaldías. Ganará.
No es la cita más adecuada para hablar del PP (y menos al PP, que tampoco lo pretendo) pero Lionel Jospin, en su buenos tiempos, decía que un programa electoral tenía que tener las suficientes dosis de utopía como para ilusionar y las suficientes de realismo como para no tener que cambiarlo cuando se ganan las elecciones. El PP se ha aprovechado del desastre socialista más que generar ilusión y ha sostenido una campaña, por decirlo de alguna manera, más contenida que realista. Lo anoto porque a partir del día 22 se va a encontrar, triunfante, en la situación que se encontró Robert Redford –o el personaje que interpretaba- en la película “El candidato” y en la que se narra apasionadamente su campaña y su triunfo: “¿Y ahora qué?”.
En primer lugar, porque ha de administrar su éxito, mayor o menor, presumiblemente claro, de cara a las elecciones generales del próximo año, en las que, como es evidente, los conservadores tienen puestas todas sus esperanzas para conseguir el Gobierno de España (y, de paso, el de Andalucía). El resultado y la gestión del mismo afectarán a la capacidad del PSOE, que en esta ocasión parece no lograda, para movilizar antiguos o afines votantes. Y, junto a ello, al PP le quedarán unos meses en los que, con las responsabilidades de gobierno regional que ya tiene y que aumentará el domingo, se deberá enfrentar a muy difíciles retos: las cuentas públicas de las instituciones, la necesidad de ajustes para reducir déficits, el efecto que todo ello pueda tener en los servicios prestados a los ciudadanos, la coordinación en esta materia (y en otras como las políticas activas de empleo) con el Gobierno central, etc.
Todos estos asuntos, fundamentales en las responsabilidades de gobierno en una circunstancia como la actual –y que muchos expertos califican de más grave de lo que públicamente se reconoce-, tienen también su vertiente estratégica de cara a las generales. Ya veremos, además de lo que ocurra el día 22, lo que ocurre a partir del 23.
Germán Yanke