El sueño de la TDT se marchita. Tras el deceso de CNN+, Veo 7 pone la pausa y suprime informativos para ocupar el canal con el mínimo coste. No serán las últimas víctimas de un mercado de televisión insostenible. La abundancia de la TDT, con más de un millar de licencias en todo el territorio y una treintena en abierto por demarcación, no tiene quien la financie. El encendido digital ha intentado convertir en gratis lo que en otros países es televisión de pago. Una burbuja digital tan anunciada como la del ladrillo, pero que nadie ha querido evitar.
La voracidad de los grupos de prensa por convertirse en multimedia pone en apuros a Unidad Editorial y otras cadenas de bajo coste y tertulias omnipresentes. La audiencia no responde y se consolida la vieja concentración: Telecinco fagocita a Sogecable para dominar la mitad del mercado, acompañada de lejos por Antena 3 y La Sexta si consigue resistir la presión de los derechos del fútbol. Junto a ellas, las autonómicas hasta que no se decida su privatización o el fin de su publicidad, como en RTVE.
La televisión de Unidad Editorial cerró 2010 con unos ingresos publicitarios de 23,6 millones de euros. Intereconomía, con 15 millones. En el primer trimestre de este año, Veo 7 facturó seis millones de euros; Intereconomía, dos millones, y todas las cadenas del múltiplex de Vocento -Intereconomía, Disney, La 10 y MTV- sumaron 11,6 millones según datos de la compañía y menos de la mitad según Infoadex. Las pérdidas acechan.
Telecinco acaparó 259,3 millones de los 519,2 millones de publicidad de las cadenas nacionales en abierto. Antena 3 llegó a 178,1 millones y La Sexta consiguió 69,2. Las autonómicas no superaron los 56,5 millones con una caída de casi el 20% respecto a 2010 mientras las nacionales en abierto crecieron un 3,6%. Y más las temáticas, pero no lo suficiente.
En la crisis de los nuevos canales coincide un mercado saturado, publicidad demasiado cara y una audiencia muy ideologizada a veces poco atractiva para los anunciantes. Las televisiones basadas en tertulias políticas, reposiciones y programas de bajo coste dan apariencia de influencia y poder, pero con menos del uno por ciento de audiencia y un televidente que ronda todas las tertulias, su futuro es tan negro como el anunciado cada noche por sus tertulianos.
La televisión es cara y la mayor parte del público busca programas de calidad: fútbol, series y cine, además de dejarse absorber por la telerrealidad. Con tanto donde elegir, o se selecciona o se vive en la ansiedad del zapping. La convergencia con la web y la creciente oferta de vídeo bajo demanda y en streaming comienza también a restar público a la televisión convencional.
Son los problemas del café para todos. El apagón analógico podía haber apostado por la calidad con más alta definición, mayor interactividad y televisión híbrida, como en Francia o Alemania. Y por un reparto de frecuencias basado en proyectos sostenibles económicamente. Pero los políticos y el gobierno eligieron contentar a todos. Trocear el espectro al máximo para que cada ayuntamiento, cada autonomía y cada grupo de comunicación tenga sus canales y su múltiplex. Repartir lo de todos es gratis, sostenerlo es caro.
El futuro audiovisual está en la convergencia con internet y la televisión híbrida: TV+banda ancha. Un nuevo ecosistema donde no se necesitan licencias ni frecuencias repartidas con criterios políticos. Pero donde son claves la marca, el contenido de calidad y el desarrollo de una televisión inteligente: interactiva, bajo demanda, y compartida entre los usuarios en las redes sociales.
Nadie necesita más tertulias ni más canales clones, por mucho que algunos periodistas estrella se crean capaces de sostener una cadena con su firma. La burbuja de la TDT se hunde en la realidad de la concentración en un telestado duopólico donde Telecinco y Telefónica imponen su poder en la televisión en abierto y en la híbrida, que ya han acordado desarrollar juntas.
Juan Varela