Cuando cito al francés me refiero al idioma, por supuesto. Nada más y nada menos. Una asignatura con la que varias generaciones bregamos obligatoriamente durante muchos años con resultados irregulares. En aquellos tiempos el idioma inglés no tenía futuro o profesores. Algo pasó, pero ni lo intentaron.
Esta mala enseñanza del idioma vecino, basada en lo escrito más que en lo hablado, también nos impidió pronunciar bien los apellidos, desconocedores de que los franceses son muy suyos para eso y para todo. Así el recientemente famoso debido a sus peripecias neoyorquinas: Dominique Strauss-Kahn, cuyo nombre no salía más que en la prensa escrita, en especial económica, ha pasado a ser conocido en los medios audiovisuales, por lo cual resulta que dicho señor se llama realmente “Stroscán”, que reconozcámoslo, a la vista de sus aventuras, le pega mucho más que la referencia a la elegancia de unos compositores que aportaron a la humanidad valses muy populares y otro autor, con idéntico primer apellido, creó óperas maravillosas.
Esta novedad afecta en particular a los presentadores/as de Telediarios que hacen auténticas exhibiciones de acento francés, manteniendo así una tradición de años ya que los apellidos de los políticos franceses les han permitido auténticos momentos de gloria y lucimiento con Valery Giscard d’Estaing, Jean Jacques Servan Schreiber o Jacques Chaban-Delmas (pronúnciese Delmá) como las cúspides de este frenesí del acento galo.
“Stroscán” está popularizando a marchas forzadas su apellido, casi una marca adecuada para un muñeco tenebroso, violento, machista y pendenciero, de tal forma que estoy meditando seriamente la posibilidad de patentarlo. Aunque si se me adelantan lo consideraré un honor. En estos tiempos seguro que tiene éxito.
En su diseño cabe decantarse por el gen dominante de su personalidad que procede sin duda de la rama Kahn, mucho más fiero y mandón que el gen armónico de los Strauss. En este punto cabe recordar a Kahn, aquel mítico portero del Bayern de Munich y de la Selección Alemana de fútbol, que se empleaba generalmente con excesiva potencia y bastante mala leche.
Lo del Gengis Khan no vale pues tiene la h adelantada, pero tampoco anda desencaminado el gen de marras.
Pero la conclusión más deplorable es que podemos asegurar que nos enseñaron muy mal el idioma francés. Después de muchos años aprendiéndonos todos los diccionarios y dispuestos a contestar, en cuestión de décimas de segundo, cualquier pregunta sobre la segunda persona del plural de uno de los variados tiempos de los múltiples verbos irregulares, estábamos preparados para participar en un concurso televisivo, pero no para mantener una simple y sencilla conversación en Biarritz o Perpignan.
Así que “Stroscán” ha constituido una auténtica decepción en todos los sentidos. Otra más. A nuestra edad. Lo que tenemos y tendremos que ver. Mon Dieu.
Paco Fochs