Reconozco que el día que pierda la fe en la Justicia habré perdido como persona y como demócrata pero, a veces, la rabia puede conmigo y maldigo su proceder. No quiero pensar que la Justicia sea un cachondeo como dijo Pedro Pacheco, aquel alcalde sempiterno de Jerez, pero, a veces, no entiendo su forma de actuar. Me niego a creer que en España no haya Justicia sino jueces y que el ciudadano, cuando se acerca a ella para pedir justicia, tira una moneda al aire pero, a veces, los jueces usan criterios tan dispares unos de otros que a mí me entran todo tipo de dudas.
Un viejo juez del Tribunal Supremo, que tuve la suerte de conocer, me dijo que la Justicia era, únicamente, el gran ejercicio del sentido común. Y yo me lo creí. El problema es que, cuando me acuerdo del caso Marta del Castillo, se me ponen los pelos como escarpias y me convierto en un ciudadano de poca fe. Y, como yo, muchos más ciudadanos que no entienden, por ejemplo, que unos personajillos malvados hayan sido capaces de burlarse de todo el sistema policial y judicial español y, encima, se vayan de rositas después de haber asesinado y violado a la joven sevillana.
Ayer, la Audiencia Provincial de Sevilla decidió dejar en libertad a ‘El Cuco’, el menor condenado, hasta ahora, en el caso Marta del Castillo. Al joven, que vivía en un piso tutelado en Cádiz, aún le quedaba por cumplir año y medio de pena.
Recordar, simplemente, que El Cuco fue condenado por encubrimiento en la muerte y desaparición de la chica.
Debe ser que la justicia es ciega y sigue sin ver que el drama sigue. Que el cuerpo de Marta sigue sin aparecer. Que sus asesinos siguen sin ser juzgados. Y que este pajarito de cuentas se va a ir a su casa antes de tiempo, después de haber vivido maravillosamente en un piso tutelado.
¿Y ahora qué?
Sólo hago esa pregunta.
Posiblemente, la Audiencia de Sevilla haya obrado conforme a una ley y a un sistema judicial tan garantista que, a veces, raye en lo absurdo. Pero nadie me va a impedir que dude de que se haya hecho Justicia. Desde luego, recordando a mi viejo amigo juez, en ningún momento se ha aplicado el sentido común a la decisión.
Porque, con ella, lo único que han hecho ha sido llevar la estupefacción de los ciudadanos hasta la alarma social y aumentar el dolor de los padres de Marta. Y esto último sí que es imperdonable porque, al final de esta tragedia, ¿quién le pagará tanto dolor?
Creo que la Justicia ejercida de esta manera debería hacérselo mirar.
Pinocchio