domingo, noviembre 24, 2024
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Destruir una marca

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El proceso de construir una marca es muy difícil. Hay que tener algo que vender, identificar claramente sus valores, los beneficios que puede o debe percibir el usuario o consumidor, configurar un mensaje identificador, diferente. Y el producto tiene que responder con la mayor fidelidad posible a las palabras con que se vende. Cuando una marca pierde valor no sirve para nada. Cuando lo que ofrece no responde a lo que promete, se autodestruye. Cuando tenemos una buena marca, hay que cuidarla, protegerla, subrayar su valor.

Los países libres, los más avanzados, los que han construido sus cimientos sobre el Estado de Derecho, sobre el poder de la ley, la separación de poderes, la libertad, la de prensa en particular, tienen una marca potente. Una marca que ha sufrido mucho pero que ha superado inmensos avatares. En España hemos tenido poco tiempo de todo eso. Han sido mucho más largas las etapas en las que el poder absoluto ha primado sobre el de los ciudadanos. Esa marca, que tanto ha costado implantar, se llama democracia. Y cuando hemos logrado ponerla en todas partes, con problemas, sí, pero también con orgullo, parece como si todos nos hubiéramos vuelto locos y tratáramos de cargárnosla. La marca y lo que significa.  

El espectáculo de la Justicia y el más reciente del Tribunal Constitucional con dimisiones y marcha atrás, con denuncias de uno de sus miembros de «sentirse secuestrado», situación que no le ha impedido votar en asuntos de máxima trascendencia. El ministro de Justicia acusando de deslealtad constitucional al primer partido de la oposición. El ministro de Trabajo culpando a la banca del desempleo, con el apoyo de los sindicatos, como si nadie más hubiera tenido algo que ver en este desastre. El presidente de unos de los grandes bancos diciendo ahora que es inasumible el coste de la deuda española. Los proetarras otra vez en los ayuntamientos. El desafío autonómico multiplicando entes y gasto. La denuncia del comisario Almunia de que o se hacen los deberes o lo vamos a pasar muy mal. Mucha gente apoyando la ocupación permanente de lugares públicos por los «indignados» y dando de lado a los que trabajan, pagan impuestos, constituyen una familia, sostienen negocios y crean empleo. Y un Gobierno a la deriva.

Parece como si nadie estuviera en su sitio y sólo estuvieran preocupados de criticar dónde está el contrario. Parece como si quisieran cargarse entre todos esta marca tan importante que se llama democracia. Hay cosas con las que no se juega. Todos deberíamos pensar dónde nos lleva esta autodestrucción de lo que sostiene el edificio, no sea que rompamos los pilares y se nos venga abajo. En lugar de fastidiarlo todo bien podrían ponerse a trabajar por la regeneración de esa otra marca tan valiosa que se llama «política». La buena, la de verdad, una de las actividades más nobles a las que puede dedicarse un ciudadano.

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Francisco Muro de Iscar

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