Hay algunas lecciones en la historia de los naufragios que no debieran olvidarse. La primera de todas es que cuando se certifica que el barco se hundirá, conviene apresurar la operación de desalojo. La segunda, que no se puede desperdiciar ni un hueco en los botes salvavidas. Ocurrió incluso en el Titanic, no había plazas para todos, pero algunos botes no iban completos cuando fueron despachados a la mar.
El PSOE se hunde. Está desahuciado ya. Navegó en rumbo de colisión con su electorado desde mayo del 2010. Y el capitán prefiere pasar a la historia como el que se inmoló que fletar las barcas para que el hundimiento sea limpio, controlado y con salvavidas para los que tendrán que continuar remando.
Sinteticemos: José Luis Rodríguez Zapatero no espera otro reconocimiento que el de la historia. Pretende que las generaciones futuras no le tengan en cuenta su forma personalísima y despótica de conducir el barco en soledad, cometiendo multitud de errores de todo tipo. Sólo aspira a una cómoda eternidad en los libros de historia. Los demás, que se fastidien y se busquen la vida.
Segundo: no hay un solo dato sólido que invite a prolongar esta agonía hasta el mes de marzo del año que viene. Cuanto antes empiece a gobernar el PP antes volverá a intentar recuperar La Moncloa el PSOE. Siempre que realice una catarsis profunda y vuelva a encontrar un rumbo con el que se identifiquen los electores.
Tercera: llevar el barco a puerto sería lo más lógico, aunque ese puerto se llame «derrota electoral»; es mejor un astillero, incluso para construir otro barco, que morir congelado en el mar de la repulsa.
¿Pero alguien es capaz de creer que la pertinaz tozudez y soledad del presidente, que nunca se fió de nadie más que de sus corifeos de fuera del partido, tenga remedio a su edad?
Carlos Carnicero