Hay dos formas de explicar lo ocurrido en los aledaños del Parlamento de Cataluña y la llegada, forzada, en helicóptero del presidente de la «Generalitat», Artur Mas, en compañía de Nuria de Gispert, presidenta de la Cámara autonómica. Una: fue una solución ingeniosa que les permitió burlar el cerco establecido entorno al Parlamento por los airados manifestantes del heterogéneo movimiento del 15 de Mayo, para entendernos, los grupos que se auto proclaman «indignados». La otra es más cruel. Tan cruel como reveladora de la falta de coraje cívico por parte de las mencionadas autoridades catalanas. Autoridades, no lo olvidemos, elegidas democráticamente y, por lo tanto, legítimas. ¿Se imaginan al presidente de la República Francesa, país cuna de la moderna democracia, llegando a la Asamblea Nacional en helicóptero para evitar a un grupo de manifestantes concentrados en la «Place de la Concorde»?
Cuesta imaginarlo. Entre otras razones porque también sería imposible escuchar de labios de Sarkozy o, para el caso, del presidente de los EE.UU., Barak Obama, que no le preocupaba la deriva que está siguiendo el movimiento 15 de Mayo. Declaración que, en cambio, sí hemos escuchado, aquí, en boca del ciudadano José Luis Rodríguez Zapatero. Una idea, por cierto, corregida por José Bono, presidente del Congreso, que sí ha tenido el coraje político de decir que la policía debería haber intervenido porque quienes han coaccionado a los diputados catalanes han cometido un delito.
Nada justifica la violencia y cualquier causa por justa que sea se desnaturaliza cuando quienes la promueven recurren a la fuerza para tratar de imponerla. Mal camino han elegido los «indignados». Ni vivimos en el siglo XIX, en los días dramáticos de la Comuna, ni, con ser grandes, los problemas actuales: paro, cierre de empresas, problemas con las hipotecas, falta de expectativas para los jóvenes, etc, abocan a la trágica desesperación que dio pie a aquél movimiento revolucionario que acabó en un baño de sangre. A mi entender, tanto Artur Mas, como su consejero de Gobernación, el señor Felip Puig, han reaccionado de la peor de la maneras posibles. Han dejado ver que sólo están preparados para pronunciar discursos, no para enfrentarse a los problemas reales que genera la heterogénea sociedad post moderna de principios del siglo XXI. Bien mirado, lo del helicóptero resulta patético. Algunos de nuestros políticos están en las nubes y otros camino de Babia. Por cierto, ¿ha dicho algo sobre este asunto el señor Rubalcaba? ¿Tenemos ministro del Interior o ha sido aducido por sus otras encomiendas? ¡Que país!
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Fermín Bocos