Mitt Romney, aspirante favorito a convertirse en el rival Republicano del Presidente Obama el año que viene, había acabado de trabajarse a la audiencia reunida en el Blake’s Creamery de aquí cuando hizo un descanso para hacerse una foto con la propietaria del local, Ann Mirageas, y decidió contarle un chiste.
«Vi al joven de allí de los huevos a la benedictina con mahonesa», dijo. «E iba a sugerirte que sirvieras los huevos con mahonesa en tapacubos. Porque para la mahonesa no hay como el cromo».
La propietaria se rió tenuemente. «Buena suerte», dijo Mirageas.
La broma del tapacubos debió haber sido la bomba en Michigan en los años 50, cuando Romney era un crío. Lo curioso es que siga contando esos chistes. Más curioso aún es que un caballero que cuenta chistes así esté en posición de convertirse en presidente de los Estados Unidos.
En los encuentros formales – ruedas de prensa, o el debate de la noche del lunes – Romney se muestra seguro y competente. Pero en los momentos informales, como el de hacer política de puerta por puerta en New Hampshire, se muestra su carácter extraño — cursilería salida de la televisión de los 50 y dificultades para relacionarse, a partes iguales.
Se acerca a un caballero que está echando un vistazo a las estanterías de una ferretería y va y le dice: «Qué, ¿de compras hoy?»
Observa la ausencia de «camareros» en un local y suelta de las faldas largas de las camareras de mediana edad: «Ah, esto es el equivalente de los locales de camareras atractivas Hooters».
Habla de la débil situación económica con los propietarios de un ultramarinos, y luego cambia de pronto de tema: «VALE, ¿qué se hace por aquí con los mosquitos?… Ha sido un año plagado de mosquitos con toda esta humedad. A mi perro se lo llevaron volando».
En MaryAnn’s, una cafetería de ambiente retro en Derry, N.H., el eslogan de la camiseta del propietario reza «Una bocanada del pasado» — y la descripción también encaja a Romney. Él admira el surtidor «rojo bombero» imagen de las gasolineras Texaco y las gramolas («¿Escucháis esta música? ‘I want a caveman’, pon ‘I want a caveman'»). Haciéndose una foto con sus brazos alrededor de las camareras, de pronto da un brinco simulando que alguna le pellizca el trasero. «¡Madre de Dios!» , exclama, y luego, «Ja, ja, ja, ja, ja». Más tarde dice que el chiste es «algo divertido».
Que Romney pueda salir airoso de una mañana extraña como esta es otra indicación de que la suerte le sonríe en su segunda apuesta por la Casa Blanca. Parece que esta vez le vienen dadas, aunque no a causa de alguna brillante actuación.
Los conservadores critican su discurso sanitario. Rush Limbaugh proclama la «candidatura visto y no visto» después de que Romney dijera que los seres humanos contribuyen al calentamiento global. Pero Romney se ha desmarcado del pelotón de cabeza de la carrera Republicana, y los sondeos apuntan que ha alcanzado hasta a Obama,, gracias a la pésima situación económica. Contra sus rivales liliputienses en 2012, él es el gigante de los sondeos y la recaudación de fondos.
Esta semana es característica: Romney no hizo gran cosa para distinguirse en el debate del lunes, pero salió ganador porque el resto hizo menos. Luego, a la mañana siguiente, Romney volvía a sus tensos numeritos de hombre de a pie. Se puso vaqueros negros Gap (le hacen culo, hasta con su talla 34) y una camiseta de cuadros con las mangas subidas.
Su lucha por entablar conversación con los dueños de los locales le sitúa como «un fulanito cualquiera» casi tanto como su aprobación en el programa «Today» de la serie de vampiros «Crónicas Vampíricas». A un caballero que llevaba una camiseta que ponía «Paisajismos Joe Gauci»: «¿Usted trabaja en el ramo de la jardinería?» A dos mujeres entradas en años que acababan de salir del gimnasio: «¿Qué tal sus rodillas y sus caderas?» A un matrimonio de ancianos: «¿Se conocen?» Romney parecía auditar a un caballero: «¿Qué ha pasado con sus cuentas el último par de años?»
Abandonó Blake’s con una promesa final de apoyo en las primarias de New Hampshire, previstas el 14 de febrero. «Acudid a votar», alentaba a los comensales. «Hay tiempo, me parece. ¿Cuándo son, en noviembre?… No son en noviembre. En enero. ¡En febrero!»
Más tarde, en un Derry Feed & Supply, Romney se puso junto a un tanque de cangrejos e intentó la conversación cotidiana con los propietarios pero siguió insertando fórmulas exóticas como «nos proponemos afeitar, si ustedes nos dejan, las barbas al presidente» o «es la agónica evaluación».
Y aún así, a Romney le funciona. «No es muy distinto a como era» en 2008, comentaba Romney mientras recorría la calle principal de Derry, seguido por 40 periodistas. «Entonces era: ‘¿Quién demonios es usted?’ Esto me gusta mucho más».
A excepción de los mosquitos que se llevaron a su perro. ¡Madre de Dios! Ja, ja, ja, ja, ja.
Dana Milbank