La petición de convocatoria de elecciones generales era, hasta ayer, una reiterada petición de la oposición y reflejaba un sentimiento cada vez más mayoritario en el conjunto de la población española. Desde el campo más afín al Gobierno se ponían todavía puertas al campo. El editorial de El País y el artículo de Juan Luis Cebrían ha roto esa última compuerta. Zapatero está hoy ya definitivamente sólo.
Es cierto que el Grupo Prisa ha mantenido a lo largo de los últimos tiempos una actitud crítica, sobre todo en el aspecto económico, con el Gobierno y distante con el presidente. Pero su filiación y su apoyo se han mantenido en lo esencial y sus medios, donde se incluye a la poderosa cadena SER, han sido siempre un apoyo esencial de las posturas socialistas. El portaviones mediático, aun en horas bajas y dificultades angustiosas, sigue siendo el referente de esa sensibilidad de lo que ha sido el progresismo y la izquierda hegemonizada por el PSOE. Que esto sea discutible es en esta ocasión superfluo puesto que el hecho es que como tal lo entienden muchas gentes.
De ahí la importancia de lo sucedido. La toma de postura, la reclamación perentoria de que ZP dé por concluido su ciclo, dimita de inmediato y dé ya mismo fecha para acudir a las urnas tiene una trascendencia indudable porque la exigencia proviene desde el campo propio. Desde las filas amigas, vamos. Sus argumentos, en realidad, son exactos a los que se han expuesto desde muchos otros ámbitos y sectores. Lo significativo es que ahora los «últimos valedores» se sumen, de manera rotunda y clamorosa, a ellos.
Con una segunda derivada. El País no ha ocultado nunca sus simpatías por quien es ahora el candidato y líder -el mismo así se proclamó el sábado en Mérida- Alfredo Pérez Rubalcaba. Por ello la importancia de lo escrito es aún mayor. Y no de deja de ser relevante tampoco el que a lo anterior se sume la demanda de que Zapatero abandone también y con carácter de urgencia la Secretaría General del PSOE y convoque un congreso que acabe con la bicefalia.
Muchos verán en ello la mano de Rubalcaba. Es lógico pensarlo. Pero aunque no la hubiera de manera directa la interpretación más simple es que tal postura es cuando menos compartida por el candidato. Vamos, que esa es su intención y deseo. En suma, que la voluntad de Zapatero de aguantar hasta marzo ya no es compartida ni siquiera por quien ha sido designado como sucesor y ha de conducir a las huestes socialistas sino a la victoria, que parece imposible, si al menos a una derrota que no tenga la hondura catastrófica de las recientes elecciones municipales y autonómicas que han derruido hasta los cimientos del poder territorial socialista.
Pero quizás haya otra mano que mece la cuna y en la que no hemos reparado tanto. La de Felipe González. El ex presidente ya ha dado muestras claras de su desafecto por la deriva zapateril hasta llegar a la afirmación de que militante si, pero cada vez menos simpatizante, toda una declaración de desapego y disgusto. González sigue teniendo peso y voz y mucha más en esos entornos, y hasta puede que intereses (no se olvide el interés de su amigo y patrón Slim en hacerse con el grupo o parte del mismo) que el lunes «despidieron» a ese Zapatero que se lleva por su parte despidiendo ya meses pero que no hay manera de que se vaya. Ahora se lo dicen ya también los suyos. Bueno, quizás en «Público» aún haya quien escriba lo contrario. Pero puede que ya ni siquiera lo piensen.
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Antonio Pérez Henares