Hay que reconocer que cuando en el Reino Unido se proponen hacer un culebrón veraniego nos superan con creces. En España estamos con «cutreríos» de comadres en televisión mientras que allí tienen liada con Murdoch un espectáculo que aglutina a la prensa amarilla, a los ancianos capitalistas, a los lectores, a los jueces, a la policía y por si faltara algo también tienen a una pelirroja en el papel de mala. No sabe Rebeka Brooks lo que con su imagen de malvada contribuye a este relato que excede del periodismo y se adentra en la novela negra (a tres días de que comience la Semana de Novela Negra en Gijón podríamos considerar al escándalo de los tabloides británicos como competencia desleal).
A diferencia de España, donde los problemas se dejan macerar a la espera de que el personal se aburra y se acostumbre al corrupto como parte del paisaje (siempre que el corrupto sea de los «nuestros») en el Reino Unido son muy mirados cuando un periodista paga por escuchas, cuando el jefe de la policía acepta que le inviten veinte días a un balneario, cuando se miente como arma arrojadiza. En ese sentido los británicos nos dan mucha envidia porque si bien conviven con la prensa amarilla a la vez son capaces de exigir unas responsabilidades que aquí damos por buenas por no molestar al corrupto. Y por eso Cameron ha tenido que acortar su gira africana para dar explicaciones en sede parlamentaria. Insisto: sería tan impensable como si el ex senador Curbelo en lugar de dar una rueda de prensa en La Gomera hubiera acudido al Senado a contar lo que pasó en la sauna madrileña a las seis de la mañana. O si Camps habla de los trajes. Pero, efectivamente, entre las explicaciones de Curbelo y el golpe de melena pelirroja de Rebeka Brooks hay una diferencia abismal.
Más de uno se va a llevar las manos a la cabeza cuando se narren los métodos de hacer periodismo de algunos rotativos británicos donde tienen acostumbrados a los testigos a que cuando hablan les pagan, donde se pinchan los teléfonos como parte de la investigación y donde se trabaja en unas condiciones que rozan el delito. Todo por la audiencia le llaman, da igual el precio. Es más, Brooks en la cárcel puede escribir un libro que le haga más rica y más famosa. Estos son de los que aplican el lema de: «Con su talento y con mi falta de escrúpulos llegaremos muy lejos».
Y Murdoch, que siempre ha ido de tiburón de los medios, ahora muta en respetable ancianito que resuelve los crucigramas de sus periódicos. Al final cantarán hasta donde tienen escondido el Códice Calixtino, ¡menudos son estos reporteros intrépidos!.
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Rafael Martínez Simancas