La lazada con la que Federico Trillo ha conseguido que Francisco Camps deje la presidencia de la Generalitat Valenciana evita una terrible estampa para Mariano Rajoy: ver a todo un presidente autonómico del PP compaginando el puesto con el banquillo de los acusados. Rajoy sale de ésta. Pero en el camino ha dejado daños muy difíciles de reparar. El más evidente: un juicio surrealista que, con dimisión y todo, el próximo otoño llegará.
Hay cuatro imputados. Los cuatro ha sido hasta hace nada la cúpula máxima del PP valenciano. Las pruebas son iguales para los cuatro. Pero dos han firmado una carta declarándose culpables y aceptando la máxima pena para su delito –Victor Campos y Rafael Betoret–; otro dice ser completamente inocente –Francisco Camps–. Y al cuarto, Ricardo Costa, le faltó un ratito para declararse culpable, pero se libró porque no se fiaba de Camps y puso como condición ir al juzgado a la vez que el molt honorable dimitido.
El juicio ahora sigue para los cuatro: para los culpables, el inocente y el mediopensionista. Hacía falta que los cuatro se declarasen culpables para que no se celebrase, así que la foto de Camps en el banquillo llegará.
Al final, el molt honorable que parecía dispuesto a aguantar hasta el final no pudo continuar. Trillo le dio a elegir entre dos opciones: o dimitía o reconocía su delito. Era una decisión imposible porque no hay presidente, ni siquiera Camps, capaz de aguantar cuatro años más en el cargo con antecedentes penales. No hay cara tan dura como para soportar algo así, agravado por la humillación de tener que reconocer, por escrito, que había mentido a los ciudadanos, al juez e incluso a las Cortes Valencianas.
Entre las dos alternativas, Camps eligió dimitir. Tal vez porque se dio cuenta de que la presión de los medios y de la oposición no iba a amainar con pagar la multa y evitar el juicio –la condena de todos los diarios cuando se conoció el apaño con el que pretendía evitar el juicio fue unánime–, tal vez porque fue consciente de que, a la larga, ni siquiera así podría garantizar su permanencia en la presidencia de la Generalitat.
Camps no ha elegido entre la presidencia y el honor. La verdadera opción que Trillo le planteaba era otra: o perdía la presidencia, o perdía la presidencia y también lo que le queda de honor.
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Ignacio Escolar