Francisco Camps dimite con gestos de ópera bufa. Un sacrificio en ofrenda por el bien del PP y de su líder Mariano Rajoy, siempre a la espera, dejando que las cosas pudrán con el tiempo y la ley de la gravedad política. Camps declama, censura las imágenes en directo de su comparecencia, y convierte su despedida en autoreivindicación y mítin de la larga precampaña que nos espera. Rajoy calla y dicta un comunicado. Los dos rechazan preguntas. Niegan a los medios y a los ciudadanos su derecho a la información, esencial para una democracia responsable.
#sinpreguntasnocobertura, la iniciativa de periodistas y ciudadanos por la transparencia y la responsabilidad pública, abierta al derecho a la información, vuelve a demostrar su importancia. Camps ha sido uno de los mandamases políticos más oscurantistas. Como sus ancestros Borgias, hIzo de su presidencia una eucaristía de la política de gestos y de la televisión autonómica una máquina propagandística en la que abrevaron las fechorías de la Gürtel. Mucha imagen, mucha frase siempre rimbombante, pocas respuestas.
Si Rajoy gana las próximas elecciones ostentará dos récords difícilmente superables: ser el candidato peor valorado en las encuestas, casi siempre por debajo de Zapatero y Rubalcaba, y negarse repetidamente a contestar preguntas de los periodistas. Un líder de la oposición más hermético que el gobierno y sus portavoces.
Camps ha confesado su admiración por Tiempo de silencio, la novela de Luis Martín-Santos tan repleta de seres silentes bajo la dictadura y la hipocresía. Rajoy parece seguir al dedillo desde su despacho de la sede del PP la estrategia de Franco, dictador de celebraciones de masas y tanto silencio que en sus consejos de gobierno se podían oír los rezos de sus capellanes y los sables de la Guardia Mora.
Política de silencio y gestos cuando los ciudadanos reclaman transparencia y respuestas. Pero el PP sigue autoafirmándose en la mayoría silenciosa.
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Juan Varela