Debo decir ante todo que no se trata de Alberto Contador ni de Alberto Ruiz Gallardón ni de Alberto Fabra ni incluso de Los Albertos. Ellos saben defenderse solos.
Pero servidor está cansado de las sonrisas cómplices y los chistes de doble sentido cuando los y las periodistas del corazón hablan de Alberto de Mónaco. Hace tres o cuatro semanas que se ha casado y pese a que él habite ocasionalmente en hotel distinto al de su santa esposa en plena luna de miel, todavía no han surgido noticias oficiales sobre un divorcio. Esto debería bastar para que rectificasen en su actitud.
Espero que atiendan mi aviso y muestren la debida consideración. Ya sé que el príncipe Alberto es un personaje recurrente, pero ello no es obstáculo para respetar al que es jefe de estado de una nación o lo que sea, como Mónaco.
Hemos pasado un año muy convulso en el Mediterráneo. En la orilla africana y en la europea. Uno de los pocos países que no ha tenido manifestaciones de indignados católicos, ortodoxos, musulmanes o ateos ha sido el Principado de Mónaco. Ello indica el pulso firme con el que el Príncipe Alberto rige los destinos de su pueblo lo cual permite gozar a sus compatriotas de un auténtico estado de bienestar. Incluso a algunos les puede parecer excesivo ya que envidian una calidad de vida tan fetén que incluye prestaciones que no están al alcance del resto del mundo. Por ejemplo: ver la Fórmula 1 desde el balcón de casa.
El príncipe y su familia son gente sencilla y muy campechana. Lo ha demostrado el propio príncipe casándose con una señorita en cuyo carnet de identidad solamente indica como profesión la muy noble, pero sufrida y agotadora, actividad como nadadora. Como el histórico Mark Spitz de las siete medallas olímpicas y el bigote, pero en fémina y contemporánea. Aunque, por razones de edad, Mark se ha retirado, la nueva princesa de Mónaco sigue ostentando el título de nadadora, lo cual habla mucho y muy bien de su personalidad. Es algo parecido a ser torero que nunca se dimite de ello. Eso los españoles deberíamos comprenderlo a la primera.
También es famosa la generosidad de la familia con las obras benéficas. ¿Ustedes saben lo caro y difícil que es hacer obras benéficas en Mónaco? Hay que encontrar proyectos altruistas y necesidades urgentes, lo cual allí es complicado. Además se deben resolver los problemas en la medida de cada uno. Carísimo. Solo se soluciona con mucha perseverancia, solidaridad y capacidad de organización de bailes y banquetes.
Así que dejemos a este jefe de estado en paz. Ha demostrado su responsabilidad en su quehacer cotidiano y además ha dejado para el porvenir no solo a un heredero, parece ser que ya tiene varios e incluso de distintas razas. Así el pueblo monegasco podrá elegir en su día, que esperamos sea muy lejano.
En fin: esto de ser políticamente correcto y tener sentido de estado, la verdad es que te deja muy a gusto. Me voy a la piscina.
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Paco Fochs