domingo, noviembre 24, 2024
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Prepararse para la próxima

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La próxima vez los noruegos dotarán de mejores armas a su policía. Y la próxima vez, las autoridades investigarán las diatribas pormenorizadas de cualquier extremista anti-musulmán que afirme encabezar un renacimiento de los Templarios medievales.

Pero el atentado del pasado viernes en Oslo perpetrado por Anders Behring Breivik también imparte ciertas lecciones más genéricas: hay cultos homicidas por todo el mundo -unos en países musulmanes y alguno en el corazón de Europa. Algunos autores materiales serán declarados mentalmente incapacitados por los tribunales pero otros tendrán una lucidez y una lógica diabólicas- y el mundo ha de prepararse para todos ellos.

Lo que es más importante, la próxima vez las armas elegidas no serán un explosivo y un rifle semiautomático, como en el caso del atacante de Oslo que mató a 76 personas. Maquinadores cuerdos y locos podrían tener acceso por igual a armas químicas o biológicas que pueden matar a miles.

Como en tantos casos terroristas -y como con la propia al-Qaeda- este último extremista no sorprendió al mundo de la nada. Anunciaba a los cuatro vientos sus opiniones anti-inmigrantes en internet.

Para comprender los peligros planteados por estos extremistas límite, recomiendo el nuevo informe de Richard Danzig y sus colegas del Center for a New American Security. Es un manual de estudio del único grupo terrorista que ha utilizado con éxito armas químicas y biológicas a gran escala la secta japonesa de Aum Shinrikyo. Envenenó la red del metro de Tokio con gas sarín, un gas nervioso mortal, en 1995, provocando 14 muertos y la asombrosa cifra de 6.252 heridos.

El informe de Danzig, elaborado a partir de las entrevistas mantenidas durante los tres últimos años con fieles de la secta encarcelados, es
revelador. Demuestra la forma en que los extremistas avanzan hacia un armamento progresivamente más tóxico. E ilustra lo permisiva que puede ser la policía hasta que tiene lugar el desastre. Aunque la policía japonesa tenía pruebas de que la Aum Shinrikyo estaba fabricando armas químicas, no podían imputarles un delito porque ninguna ley japonesa prohíbe la fabricación de gas nervioso concretamente.

El informe también expone ciertas observaciones opuestas. Existe un rasgo de autocontención en estas sectas terroristas el énfasis en el hermetismo y la jerarquía que en ocasiones les impide utilizar materiales con los que se pueden hacer con tanta facilidad. Realizan chapuzas repetidas hasta hacer que sus armas funcionen. Pero son tenaces: lo siguen intentando, hasta que lo hacen bien.

Esta conclusión encaja desde luego a al-Qaeda, maestra del método empírico. Y es válido para el resto de grupos, cuyos nombres no se conocen hasta que saltan a los sangrientos titulares, como en el caso de Breivik y su visión de los Caballeros Templarios.

La crónica de la secta Aum Shinrikyo se centra en un líder sectario japonés con barba y prácticamente ciego que se hacía llamar Shoko Asahara. Al principio, el colectivo era un practicante pacífico del yoga y del «budismo original» purificador, pero enseguida se embarcó en una misión política. Asahara torturó a su mujer hasta que se sometió a su visión, y empezó a experimentar con la toxina del botulismo en 1989 para asesinar a un renegado de la orden.

El hilo conductor entre Asahara, el noruego Breivik y el Osama Bin Laden de al-Qaeda es que todos hacen propios planes ambiciosos de imponer su orden político-religioso de las cosas. Asahara sacó literalmente su inspiración de la ciencia ficción imaginando rayos de plasma capaces de vaporizar a seres humanos y espejos flotantes por el espacio que podían capturar a terrícolas.

Aum Shinrikyo fracasó repetidamente hasta el atentado con éxito del metro en 1995. Su primer gran envío de 9 toneladas de toxina del botulismo era tan inútil que cuando un miembro de la secta cayó por accidente en el tanque, salió ileso. Una prueba para matar a 2.000 ratones fracasó. Un plan de rociar ántrax fracasó a causa de un dispensador defectuoso, al igual que un intento de esparcir ántrax en polvo. El grupo probó a utilizar gas nervioso VX en más de media docena de intentos de asesinato, y fracasó todas las veces.

Pero siguió intentándolo, finalmente con el gas nervioso sarín. El primer atentado consistió en un intento de asesinar a los magistrados contrarios a la secta Aum Shinrikyo en una demanda comercial en 1994, pero el gas nervioso fue liberado en su lugar en un residencial de apartamentos, matando a ocho personas e hiriendo a 200. Al año siguiente se produjo el espantoso atentado del metro de Tokio anunciado a los cuatro vientos con antelación y aun así llevado a cabo sin obstáculos.

Danzig y sus colaboradores exponen la idea esencial: a la hora de enfrentarse a estos grupos y sectas extremistas, el mundo juega a la ruleta rusa: «muchas cavidades del tambor del arma resultan estar vacías, pero alguna está cargada». Otra bala se disparó el pasado viernes, y claramente seguimos accionando el gatillo en busca de más. La sorpresa reside en que todavía nos sorprendamos.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

David Ignatius

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