He hecho la prueba, he tirado de archivo y he recuperado la crónica que escribí el pasado verano días antes de que dieran comienzo las vacaciones de don Juan Carlos y doña Sofía. Y ¿qué creen que me he encontrado? Nada que no pudiera volver a escribir este año: la polémica que se ha desatado por la supresión de la foto oficial de la Familia Real, lo que empieza a ser ya una costumbre.
Que cada uno de los hijos del Rey decida donde pasar unos días de vacaciones con su familia, sin que obligatoriamente lo tenga que hacer en compañía de sus padres, es lo habitual en cualquier hogar español, no así en el caso de nuestros reyes, por varias razones. A la gente, pero sobre todo a los periodistas, nos gusta ver a la Reina, a las Infantas Elena y Cristina paseando por las calles de Palma de Mallorca, a Leticia navegando en el Fortuna, o tomándose un café en el Real Club Naútico, desde donde parten los regatistas que participan en las regatas del Rey, y en las que sigue participando el Príncipe Felipe, aunque no así don Juan Carlos. Y nos gusta porque es una imagen que vende normalidad, en unos tiempos tan convulsos como los que vivimos.
De ahí la importancia de hacer coincidir las vacaciones de los Reyes con las de los Príncipes de Asturias y con las de las Infantas Elena y Cristina, aunque solo sea por unos días, y en una determinada fecha. Los días justos para que cesen los rumores sobre las malas relaciones entre las cuñadas, distantes y protocolarias, pero obligadas a entenderse por el bien de una Institución en la que tan importante es la imagen que proyecten todos y cada uno de sus miembros.
Nadie les exige grandes sacrificios, sólo reciprocidad con unos ciudadanos y empresarios que se han volcado con los Reyes desde el momento mismo en que decidieron pasar sus vacaciones en las Baleares y no en cualquier otro lugar de la geografía española. Por eso y por la grave crisis que padecemos es por lo que hay que cuidar más cada gesto y cada decisión que se toma, sobre todo, si quien la toma son personas tan relevantes, tan queridas y admiradas como nuestra Familia Real.
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Rosa Villacastín