domingo, noviembre 24, 2024
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Demasiado disfuncional para liderar

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En torno al almuerzo mantenido con los columnistas hace un mes, el secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid predecía con exactitud el futuro rumbo del debate del techo de la deuda. Los Demócratas, decía, no aceptarán cambios serios en materia social sin subidas tributarias que los acompañen. Los Republicanos no aceptarán subidas tributarias. De manera que el eventual acuerdo se centrará en los recortes administrativos independientes de la defensa y los recortes en defensa. Reid procedía a desgranar los capítulos del gasto público de donde saldrían los recortes – una lista que recuerda muchísimo al compromiso eventual.

Fue la demostración del subestimado talento de Reid como perito legislativo. También fue la descripción de un debate de la deuda en Washington que sigue sin ser serio.

El acuerdo del techo de la deuda, que tensó y casi rompe la política estadounidense, era la parte fácil. El compromiso no implica reformas del programa Medicare de los ancianos ni de la seguridad social, y ninguna subida tributaria. Una vez más, presidente y Congreso pusieron sus miras en el gasto administrativo independiente de la defensa – alrededor de un tercio del presupuesto federal. Teniendo en cuenta la austeridad de los recortes administrativos previos, esta estrategia no va a funcionar a la próxima.

La negociación aborda un problema de liquidez; no resuelve la crisis de la deuda. Este esfuerzo sobrehumano ha dejado aun así a Demócratas y Republicanos sin aliento y postrados en el primer kilómetro de un maratón.

La presión ha revelado un buen número de debilidades del sistema político.

En primer lugar, Barack Obama es un presidente debilitado. Los Republicanos fueron capaces de coger un trámite rutinario – la subida del umbral de endeudamiento – y convertirlo en una contundente herramienta de presión. Esta maniobra se volverá sin duda contra los presidentes del Partido Republicano en el futuro. Pero esta vez funcionó bien. Aunque los legisladores Republicanos sufrieron reveses tácticos por el camino, se alzaron con un triunfo estratégico. La deuda, el déficit y el gasto público son los temas más presentes en política estadounidense – lo que convierte a los Republicanos en la fuerza política más presente.

Cosa que también mete a Obama en problemas políticos graves. El dato del crecimiento económico la semana pasada fue funesto más allá de las previsiones más pesimistas – 0,4 por ciento de crecimiento del PIB durante el primer trimestre y 1,3 por ciento durante el segundo trimestre. Esto anticipa datos del empleo igualmente deprimentes. Y complica el reto del déficit. Los presupuestos del presidente Obama dan por descontado un ritmo de crecimiento del 3,6 por ciento para el ejercicio 2012. Lawrence Lindsey, ex director del Consejo Económico Nacional, aduce que una economía desacelerada puede elevar el cálculo de la deuda a 10 años hasta 5.000 millones de dólares — reduciendo el ahorro del acuerdo de la deuda.

Obama necesita relanzar su mensaje económico desesperadamente. Pero desde las elecciones de 2010 no controla los términos del debate económico. Durante la polémica del techo de la deuda, a menudo aparentaba ser mezquino y vengativo. Se mantuvo prácticamente apartado de las negociaciones finales que llevaba su propia formación. El programa político de Obama parece agotado. Si no sabe cambiar esta dinámica, su reelección es improbable.  

En segundo lugar, el presidente de la Cámara John Boehner se ha visto debilitado por las fracturas en el seno de la coalición Republicana. Alrededor del 10% de la representación Republicana en la Cámara decidía humillar a su propio representante – y minar las negociaciones Republicanas en el Senado — para forzar la votación simbólica e insensata de la enmienda que obliga a bajar el gasto por el mismo valor que se eleva el techo de la deuda. Esto no es una indicación de que Boehner tenga escasas dotes de liderazgo; muy al contrario, su intuición política durante este debate fue en general impresionante. Pero es la demostración de que una minoría significativa de conservadores de la Cámara no tiene ningún interés en la legislación real. Los disidentes no hicieron ninguna defensa estratégica seria de sus acciones. Aparentemente consideran el cargo público una oportunidad de manifestar de forma periódica su pureza. Es la filosofía política del pavo.

En tercer lugar, no se han sentado los cimientos de un debate serio de la deuda, ni siquiera después de las presidenciales. El debate honesto del programa Medicare de los ancianos se aplazó por completo — motivo de alivio, sospecho, para la mayor parte de los Republicanos, hasta los Republicanos del movimiento de protesta fiscal. Parecían complacidos de ir más allá de la polémica del programa despertada por los presupuestos del congresista Paul Rayan — volviendo al terreno más cómodo de recortar el gasto público administrativo.

El problema reside en que este debate honesto relativo a controlar el gasto del Medicare — requisito previo a cualquier reducción significativa de la deuda — es incómodo para las dos formaciones. Los Demócratas apoyan el control de los precios dentro de un sistema progresivamente más represivo que tiende al racionamiento. Los Republicanos quieren limitar los gastos elevando la parte de la factura que paga el paciente de su bolsillo de clase media. Ninguna de las dos formaciones tiene algún interés político en preparar a los estadounidenses para el inevitable tormento. Este reto es un orden de magnitud mayor por lo menos que cualquier cosa que contemple el Congreso en la actualidad.

Total, que el acuerdo de la deuda se atasca. Pero, ¿por qué va a tener confianza en la capacidad del sistema político estadounidense de afrontar la inminente situación de emergencia social una agencia de calificación, un inversor extranjero o un elector estadounidense?

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Michael Gerson

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