domingo, noviembre 24, 2024
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Los demócratas lloran el acuerdo de la deuda como si se hubiera muerto alguien

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El secretario de la mayoría Harry Reid, uno de los principales auspiciadores del acuerdo del techo de la deuda, comparecía en el pleno del Senado la mañana del lunes para decir que, con independencia de la mala pinta que tienen las cosas en Washington, podrían ser peores.

¿Su prueba? Los ataques vertidos contra el senador Charles Sumner por el congresista Preston Brooks. En 1856.

«El congresista Brooks bajó al pleno, entró al Senado con su bastón y golpeó al senador Sumner, le golpeó con su bastón. El senador Sumner nunca se recuperó del todo «, relataba el Demócrata de Nevada. En virtud de ese rasero previo al conflicto civil, aducía  Reid, «lo que hemos atravesado ha sido extremadamente difícil, pero en ningún momento se consideró que la República fuera a caer».

El acuerdo de la deuda: mejor que bastonazos y guerra civil. Es un gancho inusual, pero es lo mejor que pueden decir los Demócratas del compromiso que pone fin a la parálisis del descubierto en el pago de la deuda.

Los Demócratas se muestran desanimados con el acuerdo, que dividió a su formación por la mitad exacta igual de fácilmente que superaba la Cámara la noche del lunes. Los izquierdistas se quejaban de que la Casa Blanca, por tercera vez en ocho meses, había desperdiciado su influencia, capitulado a la oposición y encasquetado a los Demócratas un acuerdo que no les quedaba otra que aceptar.

«Es un caballo de Troya con Escila y Caribdis dentro», decía el congresista Demócrata de Tennessee Steve Cohen al abandonar la presentación del Vicepresidente Biden a la representación Demócrata en la Cámara. «Es nocivo, o más nocivo».

Los progresistas sabían que no podían bloquear los grandes recortes del gasto público a los que había accedido el presidente, porque no estaban dispuestos a arrojar a la administración al descubierto. Eso dejaba a los izquierdistas, decía Cohen, dos vías a seguir: «Despacharse y sofocarse».

El lunes hicieron las dos cosas con ganas. «Consiste en robar a todo hijo de vecino», protestaba el senador Demócrata de Nueva Jersey Frank Lautenberg, divagando acerca de la «sangría terminal» de los programas públicos.

«No me parece que sea justo», atronaba el congresista Demócrata de Virginia Jim Moran.

¿Y qué le parece a la congresista delegada Eleanor Holmes Norton? «No pienso», respondió ella. «Lloro».

Durante sus sesiones privadas con Demócratas de Cámara y Senado, Biden equiparaba al parecer con negociar con terroristas tratar con los Republicanos y decía que los líderes Republicanos «les apuntaban a la sien”.

Después de que más legisladores de mal humor salieran de la sesión de quejas, el vicepresidente admitía que la Casa Blanca tuvo que rendirse a los Republicanos porque «la espada de Damocles» – más mitología griega — «pende sobre las cabezas de todos».

«Mire, no vengo a convencer», decía a la prensa. «Vine a explicar».

Los Republicanos sólo obtienen un tercio de los 6 billones de recortes a 10 años que proponían en los presupuestos del congresista Paul Ryan. Pero los legisladores de izquierdas están convencidos de que Obama cedió en todo — enormes recortes del gasto público, que probablemente incluyan el programa Medicare de los ancianos, sin ninguna subida tributaria — y todo porque unas cuantas docenas de legisladores activistas del movimiento fiscal, que hasta desafiaban a los líderes Republicanos en la Cámara, estaban totalmente dispuestos a ver a la administración en concurso de acreedores. En esencia, los progresistas habían sido desbancados en demencia por los ideólogos del otro bando — y eso los volvía locos.

«¡Oooh!» gritaba la congresista Demócrata de California Maxine Waters al ser preguntada por el compromiso. «¡Oooh!» volvió a gritar, igual que si estuviera viendo el lugar de un desagradable accidente.

El congresista Demócrata de Illinois Jesse Jackson Jr. informaba de un crimen cometido por los Republicanos. «Una minoría dentro del Congreso de los Estados Unidos ha secuestrado al presidente», decía a la prensa.

«Está este pequeño elemento», añadía el congresista Demócrata Elijah Cummings, «básicamente dispuesto a tener al Congreso y a la nación como rehenes». Cummings daba lectura a la queja recibida de un elector que llama al acuerdo «una capitulación total».

Los líderes Demócratas no hicieron ningún intento de calmar a sus campesinos horca en mano, como el congresista Demócrata Emanuel Cleaver, que describía el acuerdo en televisión como «el bocadillo de Satán».

“Probablemente lo sea — con patatas fritas satánicas de guarnición», decía la secretario de la oposición en la Cámara Nancy Pelosi a ABC News.

Eso no dejaba a nadie para dar la réplica a los colegas del congresista Demócrata de Oregón Peter DeFazio, que calificaba el acuerdo de «barroco» y decía que conducirá a que los ancianos de su estado pierdan la atención médica. «Todo es recortar, recortar y recortar», gritaba a la prensa.

Biden, tras soportar tres horas de quejas así, se refería a la paliza verbal que había recibido. «Manifestaron toda su frustración», decía. «Yo también estaría frustrado si estuviera en su lugar».

Afortunadamente para el vicepresidente y su séquito del servicio secreto, la mayor parte de los legisladores ya no llevan bastón.

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Dana Milbank

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