Ha llegado el momento de la lucha por el techo de la deuda en el que todos los estadounidenses tienen que dar a conocer sus lealtades: ¿Está usted con los ladrones de bancos, o con los viejos verdes?
Esta difícil elección es una forma igual de buena que cualquiera de enmarcar del debate en estos últimos días antes del plazo de la mora.
De una parte están los líderes legislativos Republicanos que, enfrentándose a una rebelión de los conservadores del movimiento fiscal tea party, apelaron a la unidad del partido organizando el pase de un fragmento de la película de 2010 “The Town” en la que el personaje ladrón de bancos interpretados por Ben Affleck pregunta al personaje de Jeremy Renner: «Necesito tu ayuda. No puedo contarte lo que es, no me puedes preguntar más tarde de qué va, y vamos a perjudicar a unos cuantos». Renner responde: «¿De quién es el carro que nos robamos?» El fragmento acaba antes del tiroteo y las palizas que salen después.
Al otro extremo están los líderes Demócratas de la Cámara, que tenían que decidir la forma de gestionar lo del congresista Demócrata de Oregón David Wu,, acusado de proponer relaciones a una adolescente (él afirma que fueron mutuamente consentidas). Wu, que con anterioridad había llamado la atención enviando a los integrantes del gabinete fotografías disfrazado de tigre, no tuvo más opción que dimitir. Pero los responsables aceptaron su plan de permanecer en el puesto durante el enfrentamiento de la deuda, dándoles así un voto más contra el plan de deuda del presidente de la Cámara John Boehner.
Es difícil decidir quién gana el premio: ¿exhortar a los colegas poniéndoles un llamamiento a la violencia delictiva? ¿O tratar de frustrar a la oposición tolerando la presencia de un colega de 56 años acusado de hacer proposiciones a la hija de un amigo?
Ambas cosas son prueba de lo desesperados que están las formaciones enfrentadas por cualquier ventaja pasajera en la lucha. Algún día, los Demócratas suplicarán a Wu que permanezca con ellos para votar los presupuestos, y los Republicanos harán penitencia por suscribir la violencia del cine. Pero no estamos en ese día.
En el caso de los Demócratas, el margen de gracia de Wu es cuestión de aritmética. Sin él, Boehner necesita 216 votos para tramitar sus planes de recorte de los presupuestos; con él, Boehner necesita 217. Y por eso Wu difundía una circular en la que «dimitirá de forma inmediata al producirse la resolución de la crisis del techo de la deuda».
Es un retraso con el que al parecer los Demócratas están cómodos, a pesar de que no es la primera vez que este tigre se ha ido de picos pardos: Fue amonestado en la universidad después de que una mujer le acusara de tratar de obligarla a mantener relaciones, informó el Oregonian hace varios años.
En rueda de prensa el miércoles, pregunté a la congresista Debbie Wasserman Schultz, la secretario del Comité Nacional Demócrata, si pensaba que Wu debía marcharse antes — y puso reparos. «Me parece que tomó la decisión adecuada de dimitir», decía.
El problema de los Republicanos es más complejo. Aunque ha hecho ciertas concesiones, Boehner se enfrenta a un coro de críticas procedentes de activistas del movimiento de protesta fiscal que creen que no ha sido lo bastante beligerante. En el desayuno organizado por el Christian Science Monitor el miércoles, los fundadores de la influyente red Tea Party Patriots afirmaban que un sondeo realizado entre los suyos concluía que el 82% está descontento con la dirección de la Cámara y el 74% es partidario de ver relevado a Boehner.
Uno de los fundadores, Mark Meckler, llamaba «figurativos» y «falsos» a los presupuestos propuestos por Boehner. Más tarde, el líder del colectivo más pequeño Tea Party Nation pedía que Boehner fuera expulsado.
Para aguantar esa presión, el Republicano de California coordinador de la mayoría en la Cámara Kevin McCarthy creyó que el tono idóneo sería el de la intriga de Affleck, llena de sexo, drogas, violencia y tacos, y era descrito por USA Today como alguien «de moral distraída».
El pase tuvo evidentemente la repercusión deseada. Tras el fragmento en el que el personaje de Renner pregunta de quién es el coche que van a robar, el congresista de Florida Allen West, ojito derecho del movimiento de protesta fiscal tea party, anunciaba a sus colegas: «Estoy listo para subir al coche».
Durante las 24 horas siguientes, la resistencia de los conservadores a los planes de Boehner fue menguando, y el miércoles por la mañana el congresista de Texas Louie Gohmert, uno de los pocos indecisos, salía de un comité acusando el tormento que prometía McCarthy. «Soy un ‘no’ apaleado», informaba.
Los Demócratas simulaban estar ofendidos por la elección cinematográfica. “Podrían haber utilizado ‘Hoosiers, más que ídolos’ ‘Rudy’ o ‘Band of Brothers’”, protestaba Wasserman Schultz (la persona que West el conductor de la fuga llamaba “vil” y “nada femenina”). «Ahora no es momento de pensar en pasar factura política a la otra formación o a su secretario».
Pero los Republicanos tienen excusa. Esa iniciativa de «perjudicar a unos cuantos» sacada de la película «The Town» estaba pensada como venganza de los caballeros que habían acosado a una joven.
Puede que David Wu quiera interpretarlo como advertencia.
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Dana Milbank