Ahora es la crisis política de Estados Unidos, que a punto ha estado de llevarles a la quiebra, la responsable de que los especuladores vuelvan a poner en el punto de mira a España e Italia.
Otra vez, todas las luces rojas encendidas y el diferencial de la deuda con Alemania rebasando los cuatrocientos puntos. Los expertos dicen que la situación, siendo grave, todavía no ha traspasado la línea de no retorno. Pero, los intereses que se van a pagar cada vez que el Estado saca a subasta deuda pública, nos hace más pobres y con muchas más dificultades para sacar del pozo del desempleo a los casi cinco millones de parados.
Efectivamente, no es la catástrofe, sin embargo las consecuencias como dijo Duran LLeida, tras hablar con Zapatero son gravísimas. Eso no ha impedido que el presidente del Gobierno descanse ya en el Coto de Doñana, ni que el líder de la oposición veranee en Pontevedra.
Zapatero explicó a los grupos políticos, antes de marcharse, los contactos que había mantenido con distintos dirigentes europeos y, en un tono de derrota inhabitual, les hizo saber que la solución al nuevo acoso de los mercados tenía que venir de la UE porque nuestro país había hecho todos los deberes.
Y puede ser verdad, pero queda por cerrar definitivamente la reforma del sistema financiero y meter en cintura a las Comunidades Autónomas que no van a cumplir el objetivo de déficit.
Porque si los especuladores atacan a España e Italia es por su fragilidad, saben que al obligar a ambos a vender más cara su deuda sus ganancias se multiplican, así que no van a dejar respiro ni tregua.
Convocadas ya las elecciones para la vuelta del verano, con un Rodríguez-Zapatero de retirada, tal vez sería el momento óptimo para lograr ese consenso imposible durante toda la legislatura. Sería el momento de la generosidad por mor de las futuras generaciones de españoles que van a ver hipotecado su porvenir.
No parece que, pese a la gravedad de la situación, los dos partido alternativa de gobierno renuncien a la lectura cortoplacista de ganar las elecciones a cualquier precio olvidando el erial que van a recoger.
Zapatero, en esa ronda de contactos que ha mantenido antes de las vacaciones, podía haber pedido a la oposición la consecución de un pacto, en un punto común de la política económica, para dar imagen de unidad al exterior lo que, sin duda, nos apartaría de la primera línea de fuego. Rajoy, desde Pontevedra, sin renunciar al descanso, podía haber ofrecido un acuerdo de mínimos que estabilizara la situación. Por contra, sus hombres de confianza, Montoro y González Pons siembran más dudas sobre la credibilidad de España.
Al final, lo vamos a pagar todos.
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Victoria Lafora