“Acaricia el sueño de vestirse de blanco”. Esta cursilada no está referida a una enamoradísima novia. Lo cual en cualquier caso no sería una excusa. Más bien se trata de un chaval que pretende jugar en el Real Madrid.
Es el estilo veraniego que los comentaristas futbolísticos utilizan para rellenar sus crónicas. No es una crítica, es la constatación de que cuando se acaba la Liga debe ser durísimo llenar un periódico deportivo o la sección correspondiente de cualquier medio de comunicación.
La prosa directa o las metáforas descarnadas propias del campeonato (“a Fulanito le han robado la cartera” para decir que le han quitado el balón o “fusiló al portero”, para describir un gol), quedan olvidadas en verano. A ellas les suceden hipótesis sobre fichajes, especulaciones económicas, planteamientos financieros, frases líricas, sueños cumplidos y deseos de que los fichajes no sean muy rápidos para mantener así el interés por el tema y que este merezca la categoría de “culebrón”.
En este sentido, lo fetén, superfetén, es que la negociación de un fichaje dure un mínimo de dos meses que permita dar a conocer al jugador, sus intenciones, biografía e incluso datos sobre familia, vecinos y allegados. Más tarde sus hábitos, gustos y costumbres. Por último el fichaje y la presentación. Los pasos de cualquier drama: planteamiento, nudo y desenlace se cumplen perfectamente narrados con un estilo entre épico y fantasioso propio del verano. Es decir: prosa veraniega.
España tiene problemas económicos y “primas en riesgo”, pero sus clubes de fútbol parece que van en moto. Por lo menos algunos. Incluso dominan las calificaciones por países como los de Standard & Poor’s. Luego nos quejaremos. Así el Real Madrid ha decidido que un portugués, ya sea buen o mal futbolista, entrenador o masajista, vale 30 millones de euros. Siguiendo la doctrina de Jordi Pujol referida a los catalanes, se considera portugués a todo aquel que viva y trabaje en Portugal, aunque haya nacido en África, Brasil o Argentina. Los turcos, potencia emergente, salen por ahora algo más baratos, pero la tendencia es al alza. Sorprendentemente los franceses, nórdicos y germanos son más asequibles si bien hay que ponderarles nuestro clima y el sol. Así existe una escala que cubre todas las posibilidades en la cual únicamente no se incluye al nuevo Pelé que surge cada año en Brasil.
Les ruego que consideren a esta columna, cuando el fútbol ya ha vuelto (con huelgas o no) a los estadios, como un recuerdo a todos los periodistas que han mantenido la llama de su deporte y la audiencia de sus medios de comunicación. Hacen su trabajo y lo hacen bien: han logrado que la magia continúe, aunque no se produzca en el césped.
Hasta la semana que viene.
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Paco Fochs