domingo, noviembre 24, 2024
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La Tangana

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Tangana es un palabro tan horroroso como «gobernanza», y ambos se están usando con profusión en los últimos días. «Gobernanza» le gusta mucho, por ejemplo, a Trinidad Jiménez y a los expertos en economía que hablan en la radio, mientras que tangana les fascina a los periodistas deportivos, o lo que sean, de los guirigays televisivos. A Mourinho, ardoroso intérprete de las frustraciones del Real Madrid, lo que le gusta es montarlas, o, lo que es peor, que los futbolistas de su equipo las monten.

A semejanza de las tertulias políticas, en las que sólo participan periodistas del PP y del PSOE, en las deportivas sólo actúan y chillan forofos del Real Madrid y del Barcelona, y así, la verdad, no hay manera de centrarse ni de enterarse de nada, máxime cuando ambos clubs han decidido desenterrar el hacha de guerra. Allá donde no llegan las imágenes de la tangana que sirvió de triste epílogo a la gran final de la Supercopa, llegan esos tifosi con sus belicosos exordios, sus cizañas, sus dimes y sus diretes, cuando lo único que hay, en realidad, es un indeseable (para el fútbol) dirigiendo un equipo que fue grande, un presidente dinerario que le contrató y le mantiene, y unos jugadores a los que es muy fácil, por lo visto, comerles el tarro. El Real Madrid, que es un equipo que no sabe vivir sin ganar, que carece de capacidad para similar la frustración, parece resuelto, enredado en su impotencia y en ese tal Mourinho que se la desquicia, a concederle unos años más de supremacía al Barcelona.

En la tangana del Nou Camp se vieron muchas cosas, pero desde entonces se han visto muchas más, salvo cordura. El Barcelona, imbuido de su superioridad (cualquier equipo es superior sin Mourinho), cultiva un buenismo, un «seny», que sabe que encocora al adversario, una manera de fastidiar, en todo caso, algo más civilizada que la de triturar piernas o meter dedos en los ojos. Tal es la asimetría de esta tangana.

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Rafael Torres

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