La reforma constitucional ya es un hecho. Pero el pleno del Congreso, en el que PSOE y PP sumaron sus votos para sacar adelante esta modificación, pasará a la historia más por lo ocurrido en el hemiciclo que por haber tocado, sin el consenso de todos, la Ley Fundamental.
Estas sesiones parlamentarias, celebradas en fechas tan insólitas como la última semana de agosto, han tenido varios protagonistas y un regreso. Ha vuelto a su escaño una diputada llena de coraje, de responsabilidad y realmente comprometida con el mandato de sus electores. EsUxue Barcos, de Nafarroa Bai, magnifica parlamentaria, ponderada en el verbo, y brillante en sus exposiciones.
Tras meses de dura batalla clínica contra un cáncer de mama, el pañuelito que tapaba su cabeza evidenciaba las secuelas de la quimioterapia. Asistió no porque su voto fuera imprescindible, de hecho abandonó el hemiciclo en el momento de la votación junto con el resto de los grupos minoritarios, si no por respeto a su función de representante popular.
Otro de los protagonistas, Gaspar Llamazares, demostró el poder de un hombre solo. Utilizando la posibilidad que le daba el reglamento de vetar las enmiendas pactadas por los dos grandes partidos para atraer a Convergencia, desbarató por sorpresa todos los intentos de negociación que con tanto ahínco habían trenzado los dirigentes de PP y PSOE.
Duran Lleida se dejó querer, se hizo el interesante leyendo impasible un libro en su escaño y dijo, después de la votación, que ni siquiera con la enmienda se hubiera abstenido. Pero no es tanto así. El simple hecho de aceptar ese mínimo cambio ofrecido en bandeja por PSOE y PP hubiera significado un cierto apoyo a la reforma.
Al portavoz de los nacionalistas catalanes le habría venido bien volver a Barcelona sin haberse manchado demasiado las manos y vendiendo que, gracias a ellos, los parlamentos autonómicos tenían todavía un pequeño margen para saltarse el límite del déficit en caso extremo.
Rajoy y los suyos fueron los únicos que aplaudieron al acabar la sesión y salieron exultantes. Ya tienen el instrumento legal para meter en vereda a los presidentes autonómicos, incluidos algunos suyos como el de Murcia o Valencia, sin el menor coste electoral. Hasta Aznar, paradigma del «al PSOE ni agua», se congratuló del cambio constitucional.
Los socialistas salieron cabizbajos. Zapatero y Rubalcaba claramente cabreados con la jugada de Llamazares que no les permitió sumar otra fuerza al pacto y les dejó solos en manos del PP, situación esta que los votantes de izquierda van a castigar, aun más, en las urnas. El resto de los diputados del PSOE, a los que no se había consultado, se sintieron realmente incómodos. Hubo quien envidió el coraje de Antonio Gutiérrez de mantener sus principios y votar en contra.
El PP y Llamazares fueron los ganadores de un pleno para olvidar.
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Victoria Lafora