domingo, noviembre 24, 2024
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¿Una autonomía europea?

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El Congreso aprobó la primera reforma sustancial de la Constitución de 1978 con el pretexto de atajar el déficit público, una vez presionados el presidente Zapatero y el opositor Rajoy por el eje franco-alemán y el Banco Central Europeo. De alguna forma, España ha emprendido el camino para convertirse en una ‘autonomía’ de Europa sin que Europa sea un Estado federal. A lo sumo, una unión comercial con una moneda única, cuyo respaldo podría ser en el futuro la eventual creación de eurobonos para frenar a los especuladores. De momento, como observa el cosmopolita Ulrich Beck, lo único que está claro es que los países acreedores de la UE tratan de imponer sus programas de ahorro sometiendo a los deudores a dictados que vulneran su independencia y hieren su dignidad.

Este pensamiento único cargado de palabras falsas -‘austeridad’ como expolio público, mientras se escabullen los grandes corruptos, que diría Manuel Rivas- se basa en una aparente ‘ideología’ europea de corte neoliberal, repleta de contradicciones y medias verdades. Por ejemplo: en 10 años, España tuvo casi la mitad de déficit que Francia en términos relativos y un 20% menos que Alemania, y menos de la mitad que el Reino Unido. Pero hay más: en 10 años, Alemania incumplió seis veces el Pacto de Estabilidad, Francia cinco y España sólo tres.

Lo que los mercados castigan de verdad no es el déficit ni la deuda: es el déficit por cuenta corriente, es decir, el saldo negativo que se produce cuando un país gasta más de lo que ingresa en sus transacciones internacionales, como ocurre en España, Portugal, Italia, Grecia e Irlanda. Y a ello podría añadirse que el problema de España no es la deuda pública, ni siquiera el déficit, sino la deuda privada, como puede constatarse en los datos que publica el Banco de España. ¿Va a prohibirse el déficit por cuenta corriente? ¿Van a controlarse -de verdad- los endeudamientos de bancos, cajas y empresas? Competencia tanta como sea posible, intervención tanta como sea necesaria, solía decir Willy Brandt, un socialdemócrata a quien es evidente que Zapatero leyó más bien poco. El saldo a día de hoy no puede ser más pobre: no se ha arreglado nada, la Constitución pierde el amplio consenso del 78 y la exclusión de los nacionalistas trae nuevos riesgos para el Estado.

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José Luis Gómez

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