Hasta que arranque el curso escolar vamos a tener batallas políticas que no pretenden solucionar el problema educativo -¡ojalá alguien lo intentara!- ni el terrible fracaso escolar en Secundaria Bachillerato, o el desastre de la Universidad donde, Bolonia incluida, cada año se bajan los baremos de exigencia para no tener que suspender a los que no tenían que haber llegado, por falta de nivel, y a los que siguen allí sin haber demostrado esfuerzo y merecimientos a costa de los impuestos de todos los españoles. Quienes protestan de que con sus impuestos se financian actividades religiosas o lúdicas o culturales, que no comparten, deberían protestar por el hecho de que un universitario pague una décima parte de lo que cuestan sus estudios y tarde ocho años en terminar una carrera que debe acabar en cuatro. Hablo de la Universidad, no de la educación obligatoria. Ni siquiera de la FP, tan devaluada por todos los Gobiernos, donde sólo llega un estudiante por cada tres que acceden a la Universidad. Y ahora, en lugar de copiar el sistema alemán de educación y trabajo simultáneo, han aprobado contratos basura «en formación» hasta los 30 años y sin límites de renovación. Y nadie protesta.
Sí se hace sobre el hecho de que alguna autonomía, bueno la de Madrid o, mejor, Esperanza Aguirre, haya decidido no renovar contratos a miles de interinos y que su trabajo lo asuman los profesores titulares dando dos horas más de clase -20 semanales, frente a las 18 que venían dando- en lugar de dedicarlas a tutorías, preparación de clases, etc. , para lo que tendrán 17,5 a la semana, en lugar de 19,5. Encierros, amenaza de huelgas y, sobre todo, demagogia por un tubo. No digo que no tengan razones de queja los profesores, pero no éstas. En la concertada, por ejemplo, cobran menos y dan 25 horas de clase a la semana. Lo que no se puede decir, como ayer gritaba el secretario general de UGT, Cándido Méndez, que se va «contra los intereses de los hijos de la clase trabajadora». Pero, Cándido, que estamos en el siglo XXI y eso no es ni del XIX.
En unos informativos del domingo, donde se daban estos mismos argumentos, se ofrecía después otro reportaje destacando que las Universidades catalanas y la Complutense de Madrid, iban a hacer «un ejercicio de austeridad» porque, al bajarles los presupuestos un 16 por ciento, caso catalán, tenían que hacer lo mismo con menos medios, reduciendo contratos y trabajando todos más. Y en el caso de la Complutense -donde el anterior Rector, del ala de Méndez por cierto, ha dejado unas deudas de ¡160 millones de euros!-, el nuevo Rector dijo que donde en una clase había veinte habrá que tener a cien. ¿Han visto ustedes las manifestaciones, los encierros, las protestas, las huelgas? No, eso es «un ejercicio de austeridad», lo otro, una cacicada de la derecha. Mientras no dejemos la educación fuera de la demagogia política y hagamos un pacto de Estado para salir del abismo educativo en el que estamos, este país no saldrá de la crisis.
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Francisco Muro de Iscar