La presencia de Zapatero y dirigentes del PSOE en la localidad leonesa de Rodiezmo servía para oficializar el inicio de curso político. En la primera legislatura de ZP había motivos para que la inauguración se convirtiera en todo un acontecimiento. En su segundo mandato, y con la crisis arrastrándonos, únicamente acudió los dos primeros años, y ya el pasado evitó su presencia aunque sí participaron algunos dirigentes del Partido Socialista, Alfonso Guerra entre ellos.
Pero el exvicepresidente del Gobierno está de vuelta y se limita a ir donde le manden, aunque sea a Rodiezmo y tenga que taparse los oídos ante los ataques que han recibido sus compañeros y su Secretario. Este año las cosas están tan mal y han cambiado tanto que a Guerra lo han dejado solo sin que nadie de la dirección socialista le haya acompañado por la campiña leonesa. No era cuestión de exponerse a un tomatazo, no físico sino dialéctico.
En estos últimos cuatro años el divorcio entre el Gobierno y UGT se ha convertido en un siniestro total que sólo se podrá recomponer, como en otras muchas cosas, con la ausencia del todavía Presidente del Ejecutivo y Secretario General del PSOE. La crisis económica, la huelga del 29-S, los recortes sociales y las anunciadas movilizaciones por la reforma de la Constitución han ido minando como nunca la relación entre ambas formaciones.
Ni, por supuesto Zapatero, ni ningún dirigente socialista se habrían sentido cómodos escuchando al secretario de FIA-UGT, Antonio Deusa, que, pensando en Rubalcaba, ha pedido a sus hermanos socialistas que «retomen la senda ideológica de la izquierda». El sindicalista no ha ha perdido ocasión para cargar contra las políticas de Zapatero y el recorte de los derechos de los trabajadores.
Contrastan estas afirmaciones, y las últimas realizadas por Cándido Méndez, con las que hacían en 2008 dando cobertura a la negación de la crisis con la que ZP basó su segunda y última victoria electoral. Probablemente de aquellos polvos llegan estos lodos y si la UGT no se hubiera echado en brazos del Presidente, las cosas –quién sabe- podrían haber discurrido de manera diferente.
Pero ya no hay remedio ni tiempo, y al sindicato de Pablo Iglesias, en un intento de recomponer la triste figura con la que ha quedado por su colaboracionismo, solo le queda renegar del compañero Rodríguez Zapatero.
Y es lo que ha hecho. Muy tarde, eso sí.
Alfonso García