Quizás sean ellos mismos los únicos empecinados en no asumirlo, pero la evidencia es absoluta. El zapaterismo es un verdadero acto fallido en la trayectoria del socialismo español. Un espejismo que los está a punto de dejar en uno de los peores desiertos de su historia política desde que se restableció la democracia en España. La prueba del nueve es el retorno al pasado que se hace cuerpo en Rubalcaba como solución de emergencia para intentar salvar los muebles que se pueda y mantener algún palo de sombrajo. Que no haya quedado otro remedio que recurrir a esa generación anterior para suceder a los «nuevos» dice todo del resultado final de la aventura.
Del zapaterismo como vía no quedan ni las raspas y lo único que algunos de sus más conspicuos representantes intentan es sobrevivir en las listas para no quedar definitivamente fuera de un barco que aunque naufragado habrá que poner a flote. Pero eso sí, con nuevo timonel, nuevos oficiales y nuevo rumbo.
Porque el trazado por ZP, más allá de la crisis, les ha llevado a la escollera. Al PSOE no le quedará en el invierno otra que proceder a una auténtica refundación que para muchos pasa por la recuperación de señas de identidad que la troupe zapateril arrumbo y desprecio. Se simpatice o no con el socialismo, bastantes entendemos la necesidad de ese partido como vehículo de un sector importantísimo de la sociedad española. El PSOE es necesario para el inmediato futuro, pero tanto para ellos como para el conjunto de España, todo va a depender del camino que tomen en esa encrucijada. Dos sendas bien diferentes. Una es la de un retorno a unas bases y unas señas de identidad de partido socialdemócrata moderado, prudente y que contribuya a vertebrar España. La otra, la de los guiños antisistema y la genuflexión ante los nacionalismos, persistir en los juegos radicales y confrontaciones zapateriles está más que claro donde les ha llevado.
¿Quién asumirá ese reto? ¿Quién ha de restablecer los eslabones de esa cadena rota por Zapatero? Difícilmente alguien que formara parte de ese cogollo de poder. Pero tampoco un dirigente ya pasado como Rubalcaba, aunque ello dependerá de lo que logre salvar del naufragio. Gente tiene el PSOE y no son quienes hoy configuran ese sanedrín de derrotados que se resisten a asumir sus responsabilidades y dejar paso. Tampoco parece que la solución venga de esas criaturas de aparato. Más que nunca el PSOE necesitará a sus bases y a quienes antes que en el partido están en la sociedad. Pero habrá que esperar que a alguno le hayan dejado posibilidad de ser al menos diputado, que puede que no vistos los codazos y las puñaladas para no perder el cacho de quienes han perdido la confianza y los votos.
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Antonio Pérez Henares