En sistema constitucional británico la oposición política se articula principalmente a través de la institución del shadow cabinet. Lamentablemente dicha expresión viene traduciéndose desde hace mucho tiempo como “gobierno en la sombra”, lo que desvirtúa notablemente su significado. En realidad el shadow cabinet es más bien el gobierno sombra o la sombra del gobierno. Constituye un equipo de parlamentarios liderados por el Jefe de la Leal Oposición, cada uno de cuyos integrantes tiene encomendado el seguimiento, evaluación, crítica y formulación de propuestas alternativas de una de las áreas de competencia de cada uno de los respectivos ministerios. Así cada responsable de departamento dentro del gabinete tiene su sombra en la oposición. Un miembro del partido rival capacitado y experimentado en el ámbito de actuación propio de dicha cartera del gabinete pegado a sus talones de forma permanente. Es frecuente, aunque no obligatorio, que los ministros sombra accedan al área de gobierno de la que se han venido ocupando en la oposición.
En España no existe con carácter general una pauta similar en el sistema parlamentario y de gobierno. Al contrario, uno de los pasatiempos favoritos de los presidentes del gobierno es jugar al escondite con la designación de los miembros del gabinete, con el objetivo principal de sorprender a propios y extraños (cuadernos azules, no lo saben ni los interesados, no toca…). No obstante, en las vísperas de algunos cambios políticos significativos, sí se llegó a transmitir con nitidez la imagen de un equipo en torno al líder de la oposición preparado para asumir de modo inmediato las responsabilidades de gobierno en las diferentes áreas. En particular, durante el período ente 1993 y 1996, cuando se predecía sin necesidad de grandes dotes adivinatorias el acceso de Aznar al gobierno, se podía confiar en la existencia de un poderoso núcleo de dirección en torno al primus (Rato, Cascos, Rajoy, Mayor Oreja, De Palacio…). Creo que no se puede minusvalorar el tremendo efecto de refuerzo en la confianza que supuso esa certeza de que quien pedía tomar el relevo al frente del gobierno no estaba solo sino rodeado de un equipo serio y solvente que se podía sentar en las mesas de los ministerios en veinticuatro horas.
Ahora, a las puertas del inminente triunfo electoral de Rajoy, no parece tan fácil identificar esa sombra del gobierno preparada para tomar el mando. La persona de máxima confianza del presidente del PP y número dos orgánico del partido acaba de acceder a la presidencia de una comunidad autónoma que en tres décadas no había conocido otro gobierno que el del PSOE, por lo que sería muy torpe que abandonase ahora sillón autonómico para sentarse en la mesa del consejo de ministros. El equipo económico de Rajoy tampoco está claro. Durante su primera legislatura en la oposición se apoyó de forma notable en Miguel Arias Cañete, pero ahora parece haber recuperado a Cristóbal Montoro (sabia decisión), aunque otros apuntan a Luis de Guindos para Economía (otra sabia decisión), reservando Hacienda para Montoro. Y por lo demás … no se sabe. Rompiendo las normas de estilo periodísticas, que abominan de la utilización de títulos literarios o cinematográficos, diríamos que la sombra de Rajoy no parece alargada.
Llegados a este punto, me permito sugerir a Don Mariano que siga otra de las pautas de la tradición política británica y, a la hora de conformar su equipo, recupere talentos del pasado (David Cameron rescató a sus predecesores como líderes de la oposición tory, Hague y Duncan Smith) junto con las realidades del presente y las promesas del futuro. Y puestos a dar nombres, que no desaproveche piezas tan valiosas como Ignacio Astarloa y Gustavo de Arístegui.
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Juan Carlos Olarra