¿Qué «leyes de guerra» deberían de aplicarse a los vehículos Predator no tripulados, el armamento escalofriantemente eficaz que patrulla los cielos y fija las miras en enemigos con la precisión de la bala de un francotirador consumado? Se trata de una cuestión urgente,no sólo para Estados Unidos, que está ampliando el uso por su parte del armamento teledirigido, sino para docenas de países más que dentro de poco podrían utilizarlos para dar caza a sus propios «malos».
Aunque el uso de vehículos no tripulados viene siendo polémico en el extranjero, en América se ha producido un debate público relativamente escaso sobre ellos. Eso se debe en parte a que los funcionarios estadounidenses normalmente no hablan de sus operaciones, que son sensiblemente clasificadas. Pero en privado los funcionarios afirman que los vehículos han sido muy eficaces contra la cúpula de al-Qaeda en las regiones tribales de Pakistán, y que se están utilizando en Yemen y Somalia en el seno de una campaña intensiva contra las ramas de al-Qaeda presentes allí.
Estas armas, que actúan a distancia sin poner en peligro «los efectivos sobre el terreno» se pueden volver adictivas. Según un informe elaborado el año pasado por un inspector especial de las Naciones Unidas, más de 40 países disponen ya de tecnologías teledirigidas, y los países que aspiran a dotar a los vehículos de proyectiles balísticos incluyen a Israel, Rusia, Turquía, China, la India, Irán, Gran Bretaña y Francia.
«Hemos de ser extremadamente cautos y prudentes en la forma en que damos uso a esta tecnología. Es muy eficaz a la hora de matar a terroristas, pero conlleva riesgos significativos de represalia a consecuencia de que su uso extendido podría perjudicar nuestras iniciativas de contraterrorismo», aduce Jack Goldsmith, un catedrático de Derecho en Harvard que formó parte del Departamento de Justicia de la administración George W. Bush.
Un debate del uso de vehículos no tripulados, bastante mediocre, se habría producido entre bambalinas en los preparativos del discurso el pasado viernes de John Brennan, el asesor del contraterrorismo de la Casa Blanca. Él aduce que la autoridad jurídica estadounidense para el uso de la fuerza contra al-Qaeda «no se limita exclusivamente a los campos de batalla ‘activos’ como Afganistán» sino que se puede ampliar a otros escenarios «sin tener que realizar un análisis jurídico independiente cada vez».
La víspera del discurso de Brennan, el New York Times informaba de un cisma en el seno de la administración. Se rumorea que el responsable asesor del Pentágono, Jeh Johnson, habría instado a la selección liberal de objetivos contra los grupos en cualquier parte alineados con al-Qaeda, mientras que el asesor jurídico del Departamento de Estado, Harold Koh, habría recomendado un reglamento más limitado que «fuera de los casos de Afganistán y Pakistán, solamente autorizara el uso contra particulares que estuvieran planeando atentar contra América realmente.
Estas diferencias se resolvieron a través del discurso de Brennan, que adoptaba la opinión ortodoxa. Brennan reconocía que ciertos aliados clave, aunque «convergiendo» hacia los argumentos jurídicos estadounidenses, «adoptan una opinión distinta del alcance geográfico del conflicto, al limitarlo exclusivamente a los campos de batalla ‘activos'».
Este es el interrogante real, según funcionarios de la administración en ejercicio y anteriores: ¿se debería de adoptar el mismo mecanismo de selección de los objetivos que se utiliza sobre Pakistán cuando Estados Unidos está incrementando las intervenciones con Predator en Yemen y Somalia? Según este enfoque, los vehículos no tripulados pueden atacar campamentos de instrucción de al-Qaeda y a guerrilleros ajenos a la lista de objetivos concretos compilada por la CIA. El enfoque de la selección liberal de los objetivos es más agresivo, pero corre el peligro de crear lo que el analista del terrorismo David Kilcullen llama «guerrillas accidentales», y extender así las hostilidades.
Cierto contexto es útil a la hora de comprender el debate. La autoridad jurídica de la CIA (está llevando a cabo ataques sobre Pakistán y probablemente tenga responsabilidades comparables en los casos de Yemen y Somalia) se remonta a unas «conclusiones» relativas a las intervenciones encubiertas letales autorizadas días después del 11 de septiembre de 2001. El Centro de Contraterrorismo de la CIA elabora una lista de objetivos aprobados, normalmente inferior a las varias docenas, que plantean una amenaza grave y presente a Estados Unidos, apoyándose en información de espionaje. Esa lista se revisa cada seis meses, y los nombres entran y salen.
El examen jurídico se hace a través del asesor general de la agencia, que a su vez mantiene consultas con el responsable de la Casa Blanca. El mecanismo de identificación de los objetivos de los ataques se añadió en el año 2008, utilizando las mismas conclusiones presidenciales de 2001, refrendadas por el Presidente Obama en 2009. El reglamento exige la notificación al Consejo de Seguridad Nacional (fiscal general incluido) si es objetivo un ciudadano estadounidense. Un examen más general habría tenido lugar al parecer al añadir a la lista de objetivos a Anwar al-Awlaki, el ciudadano estadounidense agente relevante de al-Qaeda en Yemen.
Este es el verdadero problema que reviste el uso de vehículos no tripulados. Pueden paliar de hecho los daños colaterales, como sostienen los partidarios de su uso, gracias a su precisión y capacidad de control. Y el uso creciente de ellos por parte de América contra al-Qaeda podría ser legal según el código internacional que permite la autodefensa. Pero lo que es legal no siempre es aconsejable.
Un mundo en el que constantemente sobrevuelan aviones no tripulados, esperando vaporizar a los considerados amenaza dentro de un proceso encubierto y polémico, corre el peligro, aún mayor, de ser un mundo de anarquía y caos. Los vehículos no tripulados vienen siendo la mejor herramienta de América contra al-Qaeda, pero una herramienta a utilizar en casos puntuales, contra las personas de las que la Inteligencia estadounidense tiene información veraz de que planean matar a otros.
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David Ignatius