Como se sabe, la esperanza se desarrolla en diversas fases hasta que se consume, instante en el que sobreviene lo que se ha dado en llamar la muerte de la esperanza. Entonces, desaparecida toda ansiedad, pues ya nada se espera, sobreviene la serenidad absoluta. Con Esperanza Aguirre y sus fases lo que pasa, por el contrario, es que nos mata, y que, en vez de quedarnos serenos, se nos siguen llevando los demonios con sus ocurrencias. Que no son simples ocurrencias, sino designios, planes, proyectos, como se verá cuando sus pares del PP controlen todos los espacios y los resortes políticos, y se jaleen los unos a los otros en la destrucción de lo público, de las conquistas sociales y de los restos del Estado del bienestar, si es que el PSOE ha dejado algo de todo eso por destruir.
Esperanza Aguirre, que no puede, ni sabe, ni quiere disimular el yuyu que le dan los pobres, pues pertenece a un mundo cuya divisa es el «tanto tienes, tanto vales», carece, por eso mismo, de toda capacidad para regir y administrar una sociedad democrática e interclasista. Su sectarismo es total, no percibe su cargo ni como de servicio (lo de servicio le debe de sonar a chacha), ni mucho menos como de servicio a todos los ciudadanos, incluidos esos indignados, sindicalistas y «de la ceja» que tanto desprecia. Y por ello, más que por ahorrar en maestros lo que nunca ahorraría en enchufados, opta por esa siega de la hierba bajo los pies que representa la miserabilización del sistema educativo público, hasta convertirlo en algo como de beneficencia para marginales. Para ella, los marginales son, resulta innecesario aclararlo, los que no tienen dinero para montarse (en salud, en educación…) un Estado para ellos solos.
Hay fases de la educación, afirma Esperanza, que lo mismo no debieran ser ni obligatorias ni mucho menos gratuitas. Tales son las fases de esta Esperanza. Las masas (pues la mujer tiene también ese poco de cosa marxista y antigua de considerar a la gente como masa), a currar y a apencar con lo que se les eche, bien que a los niños superdotados que contenga se les puede instruir aparte, gratis, para ponerles en su día al servicio de los intereses que ella tan unívocamente defiende y representa.
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Rafael Torres