Esta es la última semana de legislatura antes de que comience oficialmente la campaña electoral. Viendo a Zapatero batirse con Mariano Rajoy en el pleno del Congreso es fácil percibir como el presidente está políticamente K.O. mientras que el líder de la oposición se siente a dos pasos de la Moncloa. Eso se nota también en los pasillos. Ya hace meses que sus señorías sienten un gran desapego por Rodríguez Zapatero. Incluso los suyos no le rodean como antaño. Está descontado. Si hace un par de años cuando Zapatero entraba en el Congreso inmediatamente se formaba un corro a su alrededor, sus compañeros socialistas por aquello de tocar «poder» y los diputados de la oposición para intentar hablar con el presidente de algún asunto importante para ellos.
Ahora, los diputados socialistas buscan a Rubalcaba. El candidato socialista es el nuevo jefe del PSOE aunque oficialmente Zapatero continúe ostentando el cargo de secretario general. Pero por más que el presidente aún sea secretario general de su partido el poder real lo tiene Rubalcaba y es a él a quien buscan los socialistas y también los diputados de la oposición.
En lo que respecta a Rajoy y a los suyos están exultantes. Demasiado creo yo. No porque dude de que el PP tiene todas las papeletas para ganar el 20-N, al fin y al cabo es lo que apuntan todas las encuestas, sino porque en algunos hay ciertas actitudes de arrogancia. A Mariano Rajoy, claro, le tratan, y no sólo los suyos, como si ya fuera presidente. Los diputados de las minorías nacionalistas se desviven por hablar con él. Y no les quiero decir el revuelo cuando Rajoy entra en el Congreso.
Verán yo he escrito en innumerables ocasiones que Mariano Rajoy no tiene carisma, e incluso dudaba de que algún día llegara a ganar las elecciones. Pensaba que tarde o temprano alguno de los «barones» o «baronesas» de su partido le terminaría desbancando. Me equivoqué. Bueno, no me he equivocado en lo que Rajoy no tiene carisma. No lo tiene. La prueba es que todas las encuestas le dan una valoración baja en el aprecio de los ciudadanos. Otra cosa es que el PP gane las elecciones y Rajoy se convierta en presidente del Gobierno.
Naturalmente, la falta de carisma no significa que no se pueda ser un buen gobernante, a lo mejor lo es, y en eso ganaría nuestro país dadas las circunstancias que atravesamos. Pero lo que me llama la atención es la cantidad de «pelotas» que se le van acercando exactamente en la misma proporción que otros han dejado de hacer la «pelota» a Rodríguez Zapatero.
Una vez más se demuestra que en muchas ocasiones resistir es vencer, es el caso de Rajoy. Y también que levitar cuando se está en el poder, creerse el más listo del mundo, presumir de «baraka», rodearse sólo de quienes dan la razón es una solemne estupidez. Y eso es lo que le ha pasado a Zapatero. Prometió que no cambiaría, pero muy pronto empezó a no soportar las críticas y a poner distancia con quien se atrevía a decirle que no comulgaba con su política.
En todo caso, es un alivio que la legislatura termine ya. Es un punto y aparte que ya veremos a dónde nos lleva. La solución el 20 N.
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Julia Navarro