Al mismo tiempo que hemos conocido que el terrorismo ha dejado de ser la principal preocupación de los españoles, nos han estallado en la cara los datos del paro del mes de septiembre. Una señal más que nos confirma la zozobra en la que desde hace tiempo estamos prisioneros.
La escandalosa cifra de 100.000 nuevos parados resulta inaceptable para este gobierno y cualquier otro. Es una vergüenza. No tanto porque ocurra, sino por la incapacidad para dejar que suceda.
La gravedad del asunto es de tal envergadura que ni el candidato socialista ha aparecido, ni el popular ha querido “hacer sangre”. Rubalcaba, tan promiscuo estas semanas en su campaña, se ha escondido y avergonzado ante semejante desastre de su gobierno. El silencio de Rajoy, en cambio, tiene un componente mucho más serio y teñido de un sentido de Estado más importante del que puede imaginarse.
Estamos ante un drama nacional de tal tamaño que, lo más probable, el 20-N no será la solución, pero puede que sea su inicio. La sociedad española ya no está para más aventuras e irresponsabilidades de su Gobierno. Lo más seguro es que al día siguiente a las Elecciones Generales las cosas sigan exactamente igual. Pero habrá una diferencia sustancial.
Los empresarios, quienes realmente crean trabajo y transmiten estabilidad, tendrán un Gobierno que les ofrecerá confianza para generar empleo ante esta debacle. Tampoco podemos pensar que el mundo y los mercados estén esperando a que llegue el 20-N, pero la sociedad española sí porque ya no puede aguantar más.
Cada día que pasa se hace más evidente que las elecciones no deberían haber esperado hasta noviembre, pero ya no hay remedio. Solo nos queda tener un poco más de paciencia y pensar que el día 21 del mes que viene podemos iniciar la refundación.
Todos lo estamos esperando y no podemos desperdiciar ni un solo minuto más. La pena es que ZP no se haya sido un minuto antes.
Alfonso García