Alguien, desde la izquierda española, va a tener que tomar el relevo del politólogo inglés Anthony Seldon, el autor del libro «¿Por qué los gobiernos conservadores -tories- han caído?», pero para preguntarse y explicar por qué caen los gobiernos socialistas en España, un país sociológicamente de izquierdas, como refleja la Encuesta Social Europea, y cuya posición ideológica de fondo explica el profesor Fermín Bouza como «la contestación a cuarenta años de fascismo».
Salvo sorpresa mayúscula, por utilizar la expresión aplicada al caso por un diario progresista como El País, el PP ganará el 20-N destacando los malos datos del Gobierno socialista pero sin aportar alternativas, lo que aparte de ser una curiosa manera de ganar prueba, una vez más, que las elecciones las pierden los gobiernos y no las ganan los opositores. En este caso, todo parece indicar que lo que mueve a la gente a favor del cambio político que encabeza el conservador Mariano Rajoy es la economía y que la ideología subyacente cuenta menos.
Solo así puede explicarse que el PP haya cerrado su supuesta convención programática de Málaga sin una sola propuesta y que el socialista Rubalcaba se tenga que emplear a fondo para ponerse en valor frente al ambiguo «depende» de Rajoy.
Pero el problema no es solo del PSOE. Es también del resto de la izquierda, incapaz de emerger como alternativa o contrapeso, e incluso, de los sindicatos. El diagnóstico y el resultado parecen cantados: una crisis desatada por la especulación financiera, mal gestionada por la izquierda, maniatada, devolverá la derecha al poder.
A la izquierda le queda el refranero ‘consuelo de tontos’, por ser mal de muchos, de que la derecha gobernante en otros países europeos también paga la factura de la crisis; sin ir más lejos, recientemente en Dinamarca. Pero no le queda mucho más, salvo sorpresa mayúscula, claro está.
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José Luis Gómez