Hay días en los que parece que los políticos se ponen de acuerdo para facilitar el trabajo de los humoristas. Esta semana hemos tenido uno de esos días. Resulta que nueve presidentes de otras tantas CC.AA. (Andalucía, Valencia, Baleares, Navarra, País Vasco, Extremadura, Murcia, etc.) viajaron hasta Bruselas para entrevistarse con Durao Barroso y no se les ocurrió otra cosa que acudir acompañados de consejeros, jefes de gabinete, responsables de prensa y algún que otro asesor. Sumando, en total: medio centenar de personas. Eso sin contar a los policías de escolta. Desde Baleares volaron 10, acompañando al presidente Bauzá. Otros, como el fue el caso del valenciano Alberto Fabra o el de la navarra Yolanda Barcina, fueron más discretos y solo se hicieron acompañar por un par de personas. Viajaban para ver al presidente de la Comisión Europea y hablar de la abultadísima deuda que arrastran las CC.AA. que presiden, y, como digo, sólo se les ocurrió viajar tirando de lista de colaboradores.
¿Cuánto habrá costado el viaje? Aviones, hoteles, dietas… una pasta. Se dirá que es el famoso «chocolate del loro». Tal vez. Pero, son tantas y tantas las ocasiones en las que nuestros gobernantes tiran de tarjeta que, de tanto comer dulce, el famoso loro debe tener el hígado hecho polvo. El loro está que revienta y las arcas de las comunidades autónomas (por no hablar de las de las restantes administraciones), están vacías. Y, ese es el problema. Porque al tiempo que nos amenazan con nuevos impuestos o con incrementar los que ya tenemos, resulta que los políticos, incluso los que acaban de llegar prometiendo austeridad y recortes en el gasto, a la primera ocasión, se olvidan de lo dicho. Cuando se ve el dineral que queman en viajes, hoteles y dietas, qué quieren que les diga, a uno le entran ganas de hacerse objetor fiscal. Digámoslo pronto: no hay derecho a que, al tiempo que a los demás nos reclaman austeridad, ellos vayan por lo vida desahogados y tirando con pólvora del Rey.
Si todos estos «gastadores», antes de emprender uno de sus viajes, se acordaran de que el país esta al borde del precipicio -pagar los intereses de la deuda nos cuesta, cada día, 600 millones de euros ¡100.000 millones de pesetas¡-, estoy seguro de que se lo pensarían y, desde luego, irían por la vida algo más ligeros de equipaje y de asesores.
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Fermín Bocos