Los llamados indignados, como las golondrinas de Gustavo Adolfo, vuelven en cuanto hay elecciones cerca. Ellos son así. Ahora, dicen, que se han puesto de acuerdo en todo el mundo para mostrar su indignación. Curiosa organización anti global que se mueve gracias a los medios globales. ¿Quién está poniendo la pasta detrás de todo esto? ¿Cuántos son de verdad? Porque esto vale un dinero y a mí no me parecen tantos…
Pero lo que más me escama es que sean como las golondrinas de Bécquer. Que siempre vuelvan cuando hay elecciones. Y lo que es más sospechoso aún es que vuelvan cuando la izquierda va a perderlas.
De hecho estamos asistiendo a un giro de Rubalcaba hacia la izquierda de una manera grosera y un acercamiento a los indignados casi obsceno. A la búsqueda, claro está, de ese voto sectario y casposo que proviene de estos antisistemas que, curiosamente, no respetan las reglas del juego de la democracia. Ellos no respetan la voluntad popular en las urnas. Son muy demócratas pero votan a mano alzada.
Ellos, en realidad, lo que quieren es imponer sus condiciones porque se creen herederos directos de la utopía comunista. Con la caída del Muro de Berlín se quedaron huérfanos, ideológicamente hablando, y necesitaban algo para su seguir buscando su fracasada quimera. Primero buscaron los caminos verdes… Como eso no les sirvió para sus fines, se han organizado en indignados…
Lo de las asambleas roza el ridículo. Parecen las que hacíamos en la Facultad de Derecho contra el franquismo…
En las elecciones de mayo no consiguieron sus objetivos. En esta ocasión están dispuestos a ir más allá. Quieren tomar Madrid a las bravas. Sin los permisos que exige la ley. Quieren lío. Quieren crispación. Quieren sacar de la cama a la izquierda para que vote. Asustar con que viene la derecha.
Menuda le espera a Rajoy en la calle cuando gane.
Yo creo que más que ‘indignados’, esta vez habría que denominarlos ‘furiosos’. A fin de cuentas, son palabras sinónimas. Y en Italia ya lo han demostrado.
No me gustan los chantajes.
Pinocchio