Cuando el Presidente Obama anunció el despliegue de un centenar de instructores militares regulares estadounidenses para ayudar en la búsqueda de Joseph Kony y el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), la reacción fue fulminante. Michele Bachmann criticaba «las empresas exteriores innecesarias» al tiempo que admitía «No sé lo suficiente para emitir un juicio de la cuestión». Rush Limbaugh llamaba «cristianos» al LRA y acusaba a Obama de enviar efectivos americanos «a borrar a los cristianos del mapa de Sudán y Uganda» antes de prometer «indagar un poco sobre ello».
En ambos casos, es notable que figuras públicas no vacilen en ofrecer opiniones, sin ningún decoro ni corrección, al tiempo que admiten su ignorancia. Unos minutos en la red habrían bastado. El Ejército de Resistencia del Señor LRA es un grupo rebelde brutal encabezado por un demente mesiánico. Sus víctimas, menores capturados a los que convierten en soldados regulares, menores capturadas obligadas a la esclavitud sexual, aldeanos que pasan por el machete, llevan décadas siendo el foco de atención del activismo de organizaciones cristianas y grupos de derechos humanos.
Estos activistas acusan una desventaja. Kony se desenvuelve actualmente en la enormidad anárquica de la región fronteriza entre la República Centroafricana, el Sur de Sudán y la República Democrática del Congo. Las informaciones de las atrocidades se presentan en general en forma de rumores y crónicas de derechos humanos, no en forma de imágenes que generen la urgencia política.
Pero los crímenes de Kony son gráficos. En la región, hablé con un chaval obligado por el Ejército de Resistencia del Señor a ejecutar a sus vecinos para romper sus vínculos con el pasado y para mitigar su compasión. Conocí un chaval obligado a saludar en presencia de Kony, el líder rebelde dice ser dios, haciendo la genuflexión. Los soldados del Ejército de Resistencia sacaron los ojos de las cuencas a un chaval en castigo.
Obama no envía efectivos a dar caza a Kony como hicimos con Osama bin Laden, aunque tiene que haber sido tentador. Está enviando a la zona 100 efectivos regulares de operaciones especiales en su mayoría a ayudar a coordinar los esfuerzos de los ejecutivos regionales en la protección de los civiles y a «apartar a Joseph Kony del escenario». A diferencia de Bosnia o de Libia, esto no es ninguna intervención humanitaria norteamericana. Es ayuda estadounidense a una intervención humanitaria africana. El objetivo, me dice un alto funcionario de la administración, es «apoyar a los efectivos regionales, ayudarles a ser más eficaces».
Un enfoque parecido se intentó durante las dos últimas semanas de la administración de George W. Bush. Una unidad de Inteligencia militar norteamericana destacada en Uganda brindó apoyo a la Operación Trueno Relámpago, un intento de arrinconar a Kony en una región distante del Congo oriental por parte de fuerzas de Uganda, el Congo y el Sur de Sudán. Estados Unidos puso combustible, gafas de visión nocturna, espionaje y planificación operativa. Pero la iniciativa fracasó. Kony al parecer fue advertido con antelación en secreto. Las nubes bajas impidieron a los efectivos de Uganda utilizar sus aparatos MiG. El movimiento de efectivos fue descoordinado. El LRA se dispersó y luego volvió a reagruparse para atacar más aldeas y secuestrar a más menores.
La administración Obama pretende que esta vez sea distinta. «Lo que distingue esta iniciativa de las anteriores», dice un funcionario, «es que los efectivos norteamericanos se destacarán con antelación», permitiéndoles jugar un papel coordinador más directo. En lugar de permanecer dentro de Uganda, estarán empotrados entre las fuerzas regionales que van a por el LRA en la República Centroafricana, el Congo y el Sur de Sudán (con el permiso de esos gobiernos).
El Ejército de Resistencia del Señor es tenaz, mantenido a través de los menores soldado capturados y viviendo del suelo con líneas de apoyo exteriores. Pero también es vulnerable, igual que cualquier grupo definido por un líder único y todopoderoso. Si Kony fuera capturado o abatido, el LRA se derrumbaría probablemente.
El despliegue de efectivos de las fuerzas especiales norteamericanas ayudará a llenar el vacío en espionaje y coordinación evidente durante la Operación Trueno Relámpago. Pero otros problemas salieron a luz en ese fracaso, sobre todo la ausencia de capacidad de extracción, la facilidad para desplazar efectivos y suministros con rapidez a emplazamientos remotos. Mientras la nueva estrategia militar contra el Ejército de Resistencia del Señor cobra forma, otros países tendrán que ayudar en esta faceta de la operación.
El despliegue de Obama no aborda cada problema de la búsqueda de Kony, pero es imprescindible. Si alguna operación militar de carácter humanitario estuvo justificada alguna vez, es este caso. El riesgo para las tropas norteamericanas es reducido, el objetivo realista y la responsabilidad moral elevada.
Hay críticos que insisten en que la fuerza militar se utilice exclusivamente para proteger la más ajustada de las definiciones de interés nacional. Pero es el presidente, no sus críticos, quien tendrá que vivir con la repercusión ética de la inacción. Y la mayoría de los presidentes llegan a la conclusión, como ha llegado Obama, de que un interés nacional general es impulsado cuando América ayuda a sus amigos y manifiesta su consideración.
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Michael Gerson