Total, que ahora cada agente de la Fuerza Quds u operativo de al-Qaeda tendrá que preocuparse de que al debatir una trama con alguien, pueda estar hablando sin saberlo con un confidente de la agencia de la droga DEA o del FBI. Y esa paranoia es sin duda para bien.
Pero sufro una molesta inquietud por la forma en que Estados Unidos sigue «pinchando» las comunicaciones de los terroristas potenciales en el país. Estas inquietudes se han consolidado durante la semana posterior a la ruidosa imputación de Arbabsiar Mansour, el comercial de coches usados irano-estadounidense que presuntamente quería volar por los aires un restaurante para matar al embajador saudí en Washington.
No albergo duda de que los iraníes sean capaces de perpetrar un ataque de tan alto riesgo, ni de que los presuntos autores materiales hicieran los comentarios citados en el auto policial. Es un caso tétrico, todavía más por el arriesgado proceso en virtud del cual un coronel de la Fuerza Quds en Teherán, en una llamada telefónica grabada, parece dar el visto bueno a un atentado letal con una simple frase en clave relativa a comprarse un Chevrolet.
Lo problemático de este caso es que, como tantos otros casos de imputación de delitos de terrorismo en suelo nacional, salió a la luz gracias a un accidente fortuito. Arbabsiar pretendía supuestamente impresionar a los líderes de la unidad Quds en Teherán con sus contactos con la mafia mexicana de la droga, y en el proceso metió la pata al toparse con un confidente de la Agencia de Lucha contra la Droga que trabajaba dentro del cártel de los Zetas.
Arbabsiar me parece, cuanto más leo el improbable detalle del auto de su imputación, lo que los funcionarios del espionaje llaman en ocasiones «un buhonero». Es decir, alguien sin suerte que trata de montar algún asunto como conspirador autónomo. Esta gente es igual que los porteros de mala nota que esperan ganar puntos intercambiando la información suelta que llega a sus manos o, en estos casos, presentándose voluntarios para organizar una operación contra alguien que saben que a su jefe le gustaría ver muerto.
Resulta aterrador que la unidad Quds iraní supuestamente elitista trabaje con un personaje tan errático. Pero las rarezas como Arbabsiar tienen la costumbre de aflorar en los casos de terrorismo nacional. Considere algunos ejemplos recientes, sugeridos por el catedrático de Derecho de la Universidad de Texas Bobby Chesney; son propios de la improbable captura de la jornada:
– Rezwán Ferdaus, estadounidense de ascendencia bangladeshí detenido el 28 de septiembre tras presumir supuestamente delante de un agente del FBI de paisano que planeaba estrellar un avión teledirigido lleno de explosivos contra el Capitolio y el Pentágono.
– Agrón Hasbajrami, inmigrante albanés, pillado el 6 de septiembre después de que el FBI interviniera sus mensajes en apoyo a grupos terroristas en Pakistán; un confidente del FBI se ofreció a ayudarle a ingresar en un grupo radical en el extranjero, y fue detenido en el aeropuerto JFK antes de embarcar en un aparato con destino a Turquía.
– Laguerre Payen, inmigrante haitiano, fue condenado a 25 años el mes pasado por planear disparar junto a un agente encubierto lo que en realidad eran misiles sin carga contra aviones militares y sinagogas del área de Nueva York en 2009.
– Siavosh Henareh, rumano, y otros tres colaboradores eran detenidos en julio tras una operación de la agencia de la droga durante la que discutieron introducir heroína de contrabando en Estados Unidos y utilizar los beneficios de la venta para adquirir proyectiles Stinger y AK-47 que enviar a Hezbolá.
Y son sólo unos cuantos de los últimos meses. Ejemplos comparables incluyen el procesamiento en 2006 de siete miembros de una secta religiosa de Miami que conspiraba junto a agentes de al-Qaeda falsos; la condena en 2008 de un sirio que accedió a vender armamento a terroristas colombianos falsos; y la condena en 2005 de un comerciante de áridos que intentó vender misiles tierra-aire a un agente del FBI que se hizo pasar por terrorista somalí.
Mi admiración a la DEA y al FBI por las operaciones inteligentes; estos casos, en lo que me consta, no fueron trampas sino operaciones del orden agresivas y correctas.
Pero sería mejor tener información de los planes porque alguien se ha introducido en el núcleo de tu adversario, en lugar de por haberte topado con un agente independiente o aspirante a agente por casualidad. Y es importante no confundir a tales figuras accesorias con los autores comprometidos que tardaron meses en organizar los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Los autores materiales más peligrosos son los que no caen en las trampas – los que no hablan con potenciales confidentes, los que no discuten las operaciones al teléfono, los que no caen tan impacientemente en la trampa. Las operaciones de seguimiento de las fuerzas del orden serán buenas atrapando al terrorista improvisador, pero no deberíamos confundir estos éxitos con las operaciones de espionaje largas y profundas que pueden echar el guante a los cuidadosos.
Y por último, si la unidad Quds habla con un perdedor como Arbabsiar, ¿a quién tienen al otro lado de la línea?
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David Ignatius