domingo, noviembre 24, 2024
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Libia. ¿Y ahora qué?

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Lo poco que sabemos sobre lo que realmente está ocurriendo en Libia es casi un mal menor comparado con lo que ignoramos sobre lo que puede ocurrir. Muerto el tirano se abren muchas incógnitas sobre el futuro del país. Desde la perspectiva militar, la OTAN ya ha anunciado que seguirá en Libia independientemente de la muerte de Gadafi. La Alianza Atlántica sostiene que el exdictador libio no ha sido en ningún momento objetivo de la misión militar que opera bajo mandato de Naciones Unidas.

¿Entonces? Especialmente en las últimas semanas el llamado Consejo Nacional de Transición (CNT) ha completado el control del país, la OTAN ha dejado entrever que el fin de la misión estaba al caer  y el gobierno de España anunció hace unos días que retiraba buena parte de su operativo de guerra.

¿Se va a dejar a la población civil al albur de las venganzas entre vencedores y vencidos? Hay ejemplos recientes que lo desaconsejan y la comunidad internacional no puede permitirse otro fracaso como los de Irak y Afganistán.  Quizá por ello, aunque no sea ninguna garantía, la OTAN ya ha dejado dicho que no se plantea el abandono inmediato del operativo militar. Deberá haber tiempo para decisiones políticas que habrán de tomarse sin prisas pero sin pausas y, sobre todo, sin que la población se sienta engañada y pueda llegar a entender que la intervención ha tenido como objetivo único el control de los pozos petrolíferos. Si así fuera, se convertiría en un mal invento. Las decisiones políticas deberán tomarse con tino y acierto, o de lo contrario nos encontraremos con un conflicto a la vuelta de la esquina mucho más problemático que el que había hasta ahora.

De todos modos, muerto el tirano, esta comunidad internacional que acaba de terminar con él, debería reflexionar, no solo sobre su papel futuro, sino sobre el pasado. Después de ser en los años 80 el enemigo público número uno -Ronald Reagan ordenó en 1986 un bombardeo a su residencia- Gadafi fue lo suficientemente hábil como para ganarse el favor de sus enemigos gracias a los contratos de exportación de petróleo. Muchos líderes europeos, y hasta Obama que le invitó a una cumbre del G-8, perdieron el culo para cosechar sus favores.

Es de suponer que todos ellos, incluidos presidentes y ministros españoles, estén ahora mismo rompiendo las fotos con el dictador. O a lo mejor, no. El fetichismo no conoce límites.

Lo que no se les debe olvidar ahora es Libia y los libios. Y tampoco estaría mal que pensaran en Siria.

Editorial Estrella

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