El 22 por ciento de los españoles se encuentra ya bajo el umbral de la pobreza y muchos más están a punto de cruzar la puerta de la desesperación. Los que, como en Cáritas, trabajan con los condenados a la marginalidad -sin trabajo, sin subsidio, sin recursos y sin techo o bajo la amenaza de perderlo- dicen que ha cambiado su perfil: ahora son muchos ya los que acuden con traje, rebuscan en los contenedores de los grandes supermercados y se llevan lo que se tira. Antes pedían alimentos para poder ahorrar y pagar otras cosas. Ahora muchas familias que acuden a los comedores sociales sólo comen lo que les dan allí. Antes eran inmigrantes, sobre todo latinoamericanos. Ahora son gente bien vestida, con educación, incluso con estudios universitarios. Es el nuevo rostro de la pobreza no en el tercer mundo, sino en éste, en el nuestro.
Decía el pintor estadounidense Willem de Kooning que «el problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo». Y toda la desesperación. En Cataluña, Artur Más ha lanzado la idea de hacer una gran movilización en 2012 para concienciar a la sociedad catalana sobre la necesidad de erradicar la pobreza. Vamos a llegar tarde. Lo peor no es la pobreza y la exclusión social de tantos millones, sino el derroche de los demás. A pesar de la crisis, hay soluciones y además de otros, necesitamos un pacto social contra la pobreza. La presidenta de la Mesa de Entidades del Tercer Sector Social de Cataluña dice que se podría dar una renta básica de 600 euros mensuales para todos los parados sin prestación, simplemente con erradicar el 12 por ciento del fraude fiscal que existe en España. Imagínense si erradicamos la mitad.
Entiendo que los empresarios hablen de reducir los costes del despido para hacer un mercado laboral más ágil y para que los emprendedores se lancen a contratar trabajadores en paro, pero los que trabajamos y los que no tienen esa suerte creemos que las Administraciones no se emplean a fondo ni ponen los medios adecuados para acabar con el fraude fiscal o con la economía sumergida. Y el daño social que se causa por lo que se defrauda y por lo que no se puede atender con los impuestos que se dejan de cobrar es una ofensa social, un nuevo pecado de estos tiempos. Decía Kennedy que «si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos». Que tomen nota.
La pobreza es una violación permanente y terrible de los derechos fundamentales de las personas, de los derechos humanos, en un mundo en el que cada vez prima más la supervivencia individual y menos el bienestar colectivo. Tal vez para mantener el Estado del Bienestar haya que acabar con el Estado del Derroche. Es verdad, pero también con el Estado del fraude consentido.
Francisco Muro de Iscar