Son muchas las lágrimas que se han derramado por su culpa. Es verdad que escuchar a una banda de asesinos anunciar el final de su actividad me ha puesto los pelos de punta, pero eso no significa que todo ha terminado. La democracia ha vencido y ahora pondrá sus condiciones para la llegada de la normalidad. No abandona voluntariamente las armas, han sido las fuerzas de seguridad, la sociedad y la presión interna y externa la que han conseguido este final que nos ilusiona a todos, de momento. La confianza no es total. Ha habido otras ocasiones en las que el diálogo se ha quebrado siempre por culpa de los mismos y las armas volvieron a sonar, volvieron a silenciar voces. No será fácil olvidar estos años de terror, sobre todo para los que hemos vivido toda nuestra vida pendientes de sus amenazas, de sus atentados, del daño que han hecho a tantos inocentes, que no lo vamos a olvidar. Una vida entera en compañía de una violencia gratuita.
Ahora no pueden ni deben ser ellos los que manejen el camino a seguir. Por primera vez en cincuenta años, los terroristas, dicen lo que todos esperábamos desde la transición, que abandonan la violencia. Pero nunca debemos olvidar que sus víctimas no pueden volver atrás. Ellos si, pero los muertos siempre recordarán que el dolor de la desaparición de un ser querido no tiene remedio. El Estado de derecho será el encargado de juzgar y de medir las responsabilidades de los que están dentro y los que quedan fuera. Francia y España son dos países democráticos que tienen que cumplir las leyes que hemos hecho entre todos, mientras se hacía la política que ellos han rechazado.
Esto no ha sido un conflicto armado. Esto no ha sido una guerra. Unos mataban sin justificación, los otros no.
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Pedro Fernández