Quién nos iba a decir que un día como hoy, veintiuno de octubre otoñal y despejado, nos despertaríamos con el fin de ETA y el terrorismo en todas las portadas de la prensa. Quién nos iba a decir que lo anunciarían con un comunicado sin exigencias que nos evita dar vueltas al documento para decir adiós a la banda. El cese definitivo de su actividad criminal ha llegado y, aunque falta un buen trecho para su desaparición, enterramos el último vestigio del Franquismo.
No han conseguido nada. Nacieron para reclamar la independencia de Euskadi y por mucha retórica que le pongan abandonan la violencia con el único legado de 43 años de muertos, represión, silencios, miedos. Vencidos, eso sí, por la ética y la moral de las víctimas que han contagiado a todos los gobiernos y partidos. No se van, les echa el acoso político, policial y judicial, con un proceso de paz impuesto por la presión y la unidad del Estado de Derecho tan reivindicado y escuchado desde que éramos niños.
La banda escribe su adiós pero no se arrepiente. La resolución acordada la anuncian tres encapuchados vinculados al aparato político y militar. Piden diálogo y acuerdo. Con la cara tapada y armados. Sin un gesto con los más de ochocientos asesinados y su entorno, sin un perdón. Atrapados en su bucle dialéctico, cambian la estrategia de matar, extorsionar y de kale borroka en los últimos minutos de prórroga que tienen. Bien. Pero saben – y si no, lo sabrán – que no hay contrapartidas. El pasado no prescribe, la lucha antiterrorista continúa y quedan más de trescientos asesinatos por esclarecer.
Tal y como pidieron la izquierda abertzale y los mediadores, el comunicado de la banda responde al planteamiento de los seis mandatarios internacionales, sobre todo en el orden: primero la paz, luego la política. Si el cese es definitivo, parece lógica la petición de una segunda etapa a España y Francia para un “diálogo directo” que ETA califica de “resolución del conflicto”. Por su parte, falta la entrega de las armas, los arsenales, el desmantelamiento. La gestión política de la disolución, compleja, pasará por los encarcelados y la ejecución de las penas. En total, hay 559 en toda España, 121 en prisión preventiva a la espera de condena. La mayoría – 377 presos – están en régimen de primer grado; en segundo grado, es decir, con opción a beneficios penitenciarios, hay 181. Si nos atenemos al tono de Rajoy y Basagoiti, no tendría por qué haber enfrentamientos que bloqueen el proceso. Como ha dicho Basagoiti, “ETA ha bajado la persiana, pero todavía no ha cerrado el negocio», y tiende una mano al Psoe, a Patxi López, lehendakari que a su vez promete evitar competiciones sobre quién ha hecho más.
Así que permitámonos recorrer la emoción por unas horas. Oír a Rubalcaba, cansado y con la voz quebrada «- He dormido pocas horas, he llorado muchas veces». A Eduardo Madina «- La democracia española, desde 1978, es un enorme proceso de paz». A Gorka Landáburu «- Hay que mirar al futuro porque la vida, es la vida». A Iñaki Gabilondo «- Gora Euskadi askatuta». A Rajoy «- Este anuncio se produce sin concesiones». A Zapatero «-Será una democracia sin terrorismo, pero no sin memoria». A Iñigo Urkullu «- Euskadi no debe nada a ETA». A Patxi López, «- No nos hacen un regalo, nos han robado treinta años». Y otra vez a Madina «- Se acabó. Lo hemos conseguido».
Quienes lo celebran también piden prudencia. Lo sabemos. Si algo volvieran a intentar, hagan lo que hagan, serán reminiscencias, las últimas descargas eléctricas del odio. De manera que disfrutemos de esta paz tan alegre y tan triste. Hay que digerir, comprender esta fecha. Lo que viene es más fácil. Es el epílogo. Ahora sí, se acabó. Por fin estamos, quién nos lo iba a decir, veintiuno de octubre, en el lugar preciso donde sabíamos que íbamos a llegar.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Pilar Velasco