domingo, noviembre 24, 2024
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Disparen a la cabeza

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Nos ha pillado la muerte de Gadafi tan entretenidos en nuestro patio de recreo mortuorio del norte que una noticia de primera división se ha convertido en algo casi secundario. Ahora, el patio mortuorio lo quieren limpiar y sustituir las pompas fúnebres de tapadillo en concejalías cara al público, y quien se atreva a poner alguna duda o albergar la más mínima sospecha será condenado a no obtener el carnet de progre que los obispos del ramo reparten según simpatías y examen de escritos.

Pues bien, me había contado mi gargantica profunda -porque no llega a garganta- pero que está relacionado con esa urdimbre de los servicios secretos internacionales, que las organizaciones especializadas procedentes de Estados Unidos habían dado la orden de que, en cuanto se encontrara a Gadafi, se le disparara a la cabeza. Como escuché sus susurros hace más de un mes y estaba, como todos, entretenido en el comunicado de los perdonavidas del norte, que ya no consideran divertido secuestrar, asesinar y extorsionar, me he vuelto acordar de aquel comentario, al que siguió mi ingenua pregunta: «¿Por qué?». Y, nada más hacerla, me arrepentí por inocente y torpe, puesto que la respuesta fue de manual: «Porque los muertos no hablan».

Y es que, ahora se comenta que ha muerto como una rata, pero no hace demasiados meses le dejábamos que montara el circo con sus jaimas y sus guardianas, que en vez de un jefe de estado parecía que venía el Price de Castilla y Feijóo, y los jefes de estados y los primeros ministros le reían las gracias, y se intercambiaban regalos, y se revistaban las tropas. Porque hay guardadores de esencias en todas partes que te dicen lo que tienes que pensar de los abertzales o lo que tienes que pensar de un tirano. Y, claro, como el reloj del gitano, tienen días. Días que dependen de sus intereses.

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Luis del Val

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