Una encuesta que publica el diario El Mundo asegura que casi el setenta por ciento de los españoles no confían en las palabras de la organización terrorista cuando dicen queha llegado el final de la violencia. Un dato que, según parece, preocupa en Moncloa y en Génova. A Rajoy y a Zapatero, junto con Rubalcaba, les gustaría que los ciudadanos estuviesen poco menos que celebrando con champán en las calles la decisión de los violentos. Pero en su lugar hay un cierto escepticismo. Y es lógico. ¿Quién puede confiar después de tantas mentiras?. La banda se ha quedado sin credibilidad y quienes la apoyaron también. Los ciudadanos están en lo cierto. Es más, ¿por qué abandonan las armas?, ¿por convicción propia o porque el acorralamiento al que les someten las fuerzas de seguridad y las leyes no les deja respirar?. ¿Cuál es la verdad?. Es difícil confiar en quien tanto ha mentido.
Creo que los políticos, sobre todo el gobierno, tenia tantas ganas de escuchar lo que ahora han dicho que cualquier cosita les vale, no piden nada más. Pero es preciso hacer más, mucho más. Necesitamos escuchar otros contenidos. Faltan infinidad de palabras por decir. La democracia no les debe nada pero sí tiene muchas facturas que presentarles. Los terroristas deben tanto a los demócratas que será precisa mucha clemencia por tantas vidas segadas y tanto dinero adeudado. No basta con decir que lo dejan. Su actividad ha dejado en el camino muchos muertos que no pueden volver, muchos heridos que un día se encontraron con una bomba y su vida dejó de ser lo que era para desfigurarse más de lo que hubieran pensado. Me estoy acordando de Irene Villa, una joven jovial y alegre a la que le desfiguraron el futuro en aquel amanecer que será difícil olvidar, aquella explosión, aquellos gritos. No basta con decir que lo dejan. Su existencia ha hecho tanto daño que no es suficiente. Tienen que pedir perdón, explicar muchos casos que siguen investigándose. Los que apretaron el gatillo nunca serán vistos como ciudadanos normales. Son asesinos y como asesinos hay que tratarlos. Sólo la ley dirá cual es su futuro y no los políticos, sean del PSOE o del PP.
No será fácil convivir en un mismo pueblo el que mató y al que le mataron a un ser querido. Será preciso que pase el tiempo, pero mucho tiempo, no una legislatura ni dos. ETA ha dejado una sombra de dolor sin ningún sentido que será preciso demostrarle a ella y a quienes pretendan aprovecharse de esa situación que no ha servido para nada. Que la violencia que han utilizado ha dañado pero no ha caminado hacia ningún lugar deseable. El próximo gobierno, el que salga de las urnas del 20 de Noviembre está obligado a hablar pero no a negociar. La pelota sigue en el tejado de la banda. Son ellos los que tienen que decir cuándo dejan las armas y dónde las han dejado. Tendrán que disolverse y hablar de sus actividades de futuro y de pasado. Qué hicieron hasta hoy y qué harán a partir de mañana.
Y los presos que cumplan sus condenas. Quien mató tiene una responsabilidad, ¿o no?. Nadie les obligó a ello.
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Pedro Fernández