Si a la primera no te separas de la Unión, prueba con el movimiento conspirativo.
El Gobernador de Texas Rick Perry, que en más de una ocasión ha metido su bota de vaquero en el jardín secesionista, ha descubierto un nuevo mercado para sus impulsos marginales. El candidato presidencial Republicano ha resucitado las dudas de la partida de nacimiento del Presidente Obama.
La polémica se cerró más o menos en primavera cuando Obama, acosado por «el pregonero circense» Donald Trump, dio a conocer su partida de nacimiento confirmando su nacimiento en Estados Unidos y, por tanto, su derecho a la presidencia. Pero Perry, en una entrevista en la revista Parade el pasado domingo, demostraba que desfila con una música distinta:
P. Gobernador, ¿cree usted que el Presidente Barack Obama nació en Estados Unidos?
R. No tengo razones para creer lo contrario.
P. No es un definitivo «Sí, le creo»,
R. Bueno, yo no tengo una respuesta definitiva, porque nunca ha visto mi partida de nacimiento.
P. Pero usted ha visto la suya.
R. Lo desconozco. ¿La he visto?
P. ¿No cree lo que ha salido a la luz?
R. Lo desconozco. Cené con Donald Trump la otra noche.
P. ¿Y?
R. Salió el tema.
P. ¿Y qué dijo?
R. Que no le parece que sea de verdad.
P. ¿Y usted qué dijo?
R. No tengo ni idea. No importa. Él es el presidente de los Estados Unidos. Salió elegido. Es un motivo de distracción.
En la práctica, es más un motivo de destrucción. Pero ha vuelto a distraer gracias a la resurrección por su parte a través de uno de los principales candidatos a la candidatura presidencial Republicana.
Perry sabe un poco de motivos de distracción. Hace un par de años, preguntado por la posibilidad de la secesión, reconoció que, aunque romper la unión es innecesario, «si Washington sigue haciendo oídos sordos al pueblo estadounidense, sabe usted, quién sabe cómo puede acabar eso».
Cuando el periodista de Parade le pregunta cuándo «aconseja la posibilidad de que Texas se escinda de la Unión», Perry responde: «En realidad, yo no. Vamos a no alterar las cosas».
El periodista trataba de obtener declaraciones de Perry a tenor de otros campos que le hacen parecer presidencial, como el uso de fuerza letal por su parte contra un coyote que rondaba al cachorro de su hija («un tiro directo al hombro») y el motivo de que fuera necesario («Venga a Austin. Le enseñaré coyotes que llegan y se meten en su patio y se comen a su cachorro»).
La circulación de historias así, y la aparición de unas cuantas nuevas (como la del epíteto racista adjunto al rancho Perry) han creado un par de meses desagradables para Perry en plena campaña. Sume su actuación en los debates, que ha oscilado entre somnolienta y beligerante, y entenderá el motivo de que la posición de Perry como favorito haya sido tan breve. La mujer del candidato dice que ha sido «acosado y apaleado» por ser cristiano. ¿Pero no tendrá alguna relación con las cosas nada cristianas que salen de la boca de su marido?
Otros candidatos han dicho cosas más bestias, claro. Durante un discurso el fin de semana, Michele Bachmann pedía la abolición de las carteras de energías, Interior y comercio, de la Agencia de Protección Medioambiental y del régimen fiscal. Habría abolido más, pero se acababa la entrevista. «¿Hemos acabado?» preguntaba. «¿Hemos acabado? De acuerdo». En una muestra de simbolismo involuntario, el discurso fue pronunciado en un edificio llamado Centro Knapp de Enseñanza Animal.
Pero los profesionales de la política esperan más de un candidato de referencia como Perry. Tras la entrevista conspirativa de Perry con la revista Parade, el estratega Karl Rove aconsejaba a su otrora amigo el lunes en una aparición pública en Fox News. «Se asocia con una opinión desequilibrada así y se perjudica uno mismo», decía. Rove añadía que seguir el juego a Trump «empieza a marginarle en la mente de algunas de las personas que le hacen falta para llegar a las elecciones».
Buen consejo, pero Perry no lo va a seguir. Sea secesionismo o conspirativismo, parece decidido a demostrar que nada triunfa como el exceso.
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Dana Milbank