Steny Hoyer, el coordinador Demócrata en la Cámara, comparecía esta semana en su ronda semanal con la prensa la mañana del martes pero se daba cuenta de que los micros de la prensa no le dejaban espacio para dejar sus folios.
«Sus palabras son tan importantes que quieren cerciorarse de que no se dejan ninguna», bromeaba el periodista de Fox News Chad Pergram mientras Hoyer empujaba suavemente algunos de los micrófonos.
Hoyer se reía. «¿Quién está escribiendo eso?», preguntaba sosteniendo un lápiz y un bloc imaginarios. «Gracias, Chad», dijo al autor del elogio. Hoyer acepta halagos allá de donde vengan en estos tiempos. Hace un año, él era una de las personas con más poder en Washington, el secretario de la mayoría en la Cámara y el caballero que marcaba el programa en el Capitolio. Ahora es el coordinador de la oposición, el que lidera a los Demócratas en el papel de espectadores del funcionamiento de la administración pública.
El martes, Hoyer acababa en la comprometida posición de especular con la prensa acerca de si el «supercomité» presupuestario, sobre el que no tiene ningún control, alcanzará un acuerdo este otoño.
«Espero que el comité llegue a ese extremo», dijo Hoyer.
«¿Por qué está seguro?», preguntaba la periodista de la PBS Lynn Scott.
«¿Dije que estuviera seguro?»
«Dijo que espera».
«Esperar no es estar seguro», explicaba Hoyer. «La gente me pregunta: ‘¿es optimista?
Yo digo, ‘Mire, no soy optimista. Tengo esperanzas'».
«¿No tiene usted la certeza pues?» indagaba Scott.
“El plazo se agota — eso no da mucha confianza», razonaba Hoyer. “Pero las informaciones que me han llegado… dicen que hay en marcha una iniciativa honesta que me hace tener esperanzas».
El Pergram de la Fox se unía a la conversación. «La ausencia de confianza por su parte en el supercomité se desprende de –«
“Bien, aguarde”, dijo Hoyer cortándole.
“Usted dijo que no tenía confianza», apuntaba Pergram.
“No dije que tuviera falta de confianza», aducía Hoyer. “Eso es suyo. «Me preguntaban si tenía confianza. Yo dije que tengo confianza. Usted está llevando eso un paso más allá, diciendo que me falta confianza. La falta de confianza no es por fuerza ausencia de confianza. No quiero matizar todas estas palabras con usted pero tengo esperanzas».
Pergram pasaba a fastidiar al secretario con las razones de «su falta de lo que quiera que sea, ausencia de lo que sea”.
La posición menuda de una figura pública en tiempos poderosa no es reflejo de Hoyer a nivel personal. Presidiendo su despacho del Capitolio, bajo frescos de Washington y Jefferson rodeados de querubines, el coordinador de la formación tiene una talla digna, con su camisa blanco crujiente, su pelo cano y sus ojos azules tras sus gafas de vista cansada.
Pero en estos tiempos ser un legislador Demócrata en la Cámara no tiene dignidad. En la medida en que sucede algo en este municipio — cosa que no es frecuente — se alcanza entre el Presidente Obama, los Demócratas del Senado y los congresistas Republicanos, con la aparición puntual de los Republicanos del Senado, que tienen la capacidad de bloquear la mayoría. Pero los Demócratas de la Cámara descubren a menudo lo que está pasando a través de los informativos del cable.
Hoyer admitirá libremente que está a oscuras en lo referente a lo que está haciendo el supercomité. “Los 12 miembros están siendo muy discretos con sus colegas en la misma medida que con la prensa», decía. «No conozco los detalles… francamente, pensaba que ustedes los conocerían».
Y Hoyer es el que manda. Imagine lo que pensaría el congresista John Larson, secretario de la representación Demócrata, al comparecer una mañana de martes y descubrir que sólo habían acudido siete periodistas, en comparación con los 25 presentes en un acto Republicano programado a la misma hora.
“¡Buenos días!” anunciaba el congresista de Connecticut. Murmullo entre los periodistas.
“¡Buenos días!” Larson, descontento con la respuesta, gritaba. Murmullo más audible.
“¡Allá vamos!” decía.
Su colega el congresista Demócrata de Texas Charlie González subía a la palestra a explicar la tesitura. “No controlamos la Cámara”, decía. “He de ser realista. Nuestro proyecto de ley no va a salir de aquí».
Un tercer legislador Demócrata, la congresista de Nueva York Kathy Hochul recién elegida, proponía un antídoto a la indefensión. «Voy a abrir una representación llamada Comité del Por Qué No Podemos Cruzarnos de Brazos», decía. “Si estoy sola, me sentaré allí y me tomaré unas cañas”.
Una hora más tarde, era el turno de Hoyer de despacharse contra la irrelevancia. Ofrecía una larga lista de prioridades Demócratas, acompañadas del aviso: «En la Cámara bajo control Republicano… hemos sido incapaces de avanzar cualquiera de estas propuestas».
A falta de poder, ejercía las quejas. De la mayoría en la Cámara: «No hemos sacado adelante ninguna legislación real de empleo». De la otra cámara: «El Senado es disfuncional ahora mismo». Y del sistema: «El Congreso no funciona».
Nadie tiene eso más presente que los irrelevantes congresistas Demócratas.
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Dana Milbank