domingo, noviembre 24, 2024
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Caníbales

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Cuatro de cada diez varones españoles «consumen» prostitución habitualmente, con lo que su condición de varones es secundaria o subalterna a la de consumidores. De carne humana. Y de carne que ha crecido y ha sido alimentada, en tantos casos, con lo peor y más aflictivo de la vida: abusos en la infancia, familias desestructuradas, exclusión social, absentismo o fracaso escolar, cosificación, secuestro, miseria, explotación, trata… En teoría alegremente, pero en realidad impelidos por una escalofriante indigencia sexual que no se aviene con la facilidad de los tiempos actuales para establecer relaciones no venales, acuden a los lupanares donde malviven estabuladas las prostitutas, a consumir su carne constantemente consumida. Entreverada con ella, también, e inevitablemente, el alma, pero ésta la rechazan como indeseable excrecencia que pudiera aguar la fiesta del polvo alcohólico y frío.

España, que no figura en los primeros puestos de casi nada en el concierto de las naciones civilizadas, que no brilla ni por calidad de su educación, ni por la probidad de sus políticos, ni por el funcionamiento de sus instituciones, ni por el respeto a su mayores, ni por lo imponente de su escuadra, ni por la originalidad de sus manufacturas, ni por el volumen del tráfico ferroviario de mercancías, ni por el amparo de sus talentos, sí barre, en cambio, en dos cosas que son, seguramente, consecuencia de no brillar en nada de lo anteriormente expuesto: en consumo de cocaína y en prostitución.

Puede que el origen de semejante y masiva insania se halle en nuestro amplio y reciente pasado represivo, fomentador del abismo entre hombres y mujeres, idiotizador de las personas y generador de una sexualidad masculina de tipo cuartelario, pero nada se ha hecho desde entonces para enjugar ese déficit brutal de casi todo que impele a uno de cada cuatro varones, llamémoslos así, a visitar los territorios del sufrimiento para divertirse practicando en ellos el canibalismo.

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Rafael Torres

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