domingo, noviembre 24, 2024
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China en las estrellas

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Desde que Galileo Galilei avistó el siete de enero de 1610 cuatro de los satélites de Júpiter, certificando con su descubrimiento la veracidad de la teoría copernicana, el hombre no ha dejado de mirar al cielo en la oscuridad de la noche para tratar de buscar, más allá de las estrellas, nuevos confines en los que saciar su naturaleza exploradora.

Desde que el australopiteco bajó de los árboles y caminó sobre sus dos piernas avanzando por la sabana, nuestra especie, en sus distintas etapas de la evolución, no ha hecho otra cosa que caminar en dirección a su futuro. Y aunque a veces ha dado vueltas sobre sí mismo y se ha entorpecido innecesariamente en la ejecución de su propio destino, todas las civilizaciones conocidas han mirado hacia las estrellas interpretando en el firmamento el mapa de su viaje por la existencia.

Todos han buscado allí arriba las razones de su significado. Unos para comprender el por qué y otros, más tarde, para además encontrar el camino hacia nuevos horizontes más allá de lo conocido: han evocado su espíritu ancestral, aquel surgido del interior de África donde aquella especie ingenua inicio el tránsito de los que vinimos después.

El caso es que, llegados al siglo que acabó hace una década, el ser humano decidió que ya tenía medios suficientes para iniciar una nueva peregrinación por el espacio y aunque el romanticismo que acompaña siempre a la emoción del viajero formaba parte de la escenografía del momento, la realidad nos enseñó que tras los pasos de los navegantes de las estrellas se encontraban las espurias y mediocres necesidades de corretear, unos y otros, rusos y americanos, hacia el dominio del espacio exterior tal y como habían hecho con sus zonas de influencia en la tierra.

Ahora, los chinos lanzan una nueva nave Shenzhou, la número ocho, impulsada por un cohete, tiene gracia, llamado Larga Marcha, supongo que en conmemoración del acontecimiento revolucionario que Mao, junto a otros bolcheviques como Chu En-Lai, protagonizó en el 34 contra las tropas de Chang Kai Chek y que fue el inicio del liderazgo maoísta y de su revolución comunista.

La nave orbitará a doscientos kilómetros y servirá, junto al módulo experimental Tiangong 1 lanzado en septiembre, de base para la construcción de su propia estación espacial, vecina de la ya conocida ISS en versión occidental y rusa. Me temo que la visión pionera de las posibilidades que la técnica ofrece, ha caducado en el espíritu humano, y que al igual que aquella patética carrera espacial entre Kennedy y kruchev, el misterio de lo que hay al otro lado del espacio no es la razón natural de la inquietud humana, sino que, más bien, lo es el vano y simplón esfuerzo de las naciones por demostrar su poderío en los asuntos domésticos del planeta que son, como ya sabemos por los medios de comunicación, verdades que tienen que ver con la bolsa, la banca, la deuda y otros satélites de nuestra existencia que Galileo nunca soñó descubrir.

Y en esto, llegaron los chinos. Y se fueron al espacio.

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Rafael García Rico

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