A falta de unas semanas para que José Luis Rodríguez Zapatero abandone el palacio de la Moncloa, el presidente del Gobierno se ha declarado responsable de los casi cinco millones de desempleados que hay en España. Han tenido que pasar cuatro años de crisis para darse cuenta de lo que ha hecho y, sobre todo, dejado de hacer. En un mitin celebrado en Lugo, sacó a relucir su optimisnmo antropológico, según unos, o su ceguera según otros, para insistir en que «España va a superar la crisis» y se volverá «progresivamente» a crear empleo. Seguramente tiene razón, pero afortunadamente esa labor no estará en sus manos incapaces.
A estas alturas nadie duda de que la crisis tiene carácter global y, como se está viendo, afecta a numerosos países tanto de nuestro entorno como fuera de él. En lo que a nosotros respecta, el problema, siendo gravísimo, no es ese. El verdadero problema que nos está azontando con gran diferencia sobre el resto es el paro. Si en 2008 Zapatero hubiera reconocido que estábamos en el punto de inflexión en lugar de negar la realidad, probablemente las cosas hoy serían de otro modo. De poco sirve ahora decir que los males provienen de los gobierno del PP que ayudaron a crear un modelo económico basado en la burbuja inmobiliaria. Aun aceptando ese argumento, no es menos cierto que el gobierno socialista disfrutó de una legislatura para cambiar esas estructuras y no lo hizo. Se aprovechó de la inercia y cuando se quiso dar cuenta ya estábamos en una situación casi irremediable.
La campaña electoral de 2008 la basó en negar la existencia de la crisis, siendo uno de los episodios más comentados la “victoria” de Solbes sobre Pizarro en aquel debate televisado. El triunfo formal del socialista en ese “cara a cara”, era en realidad un espejismo basado en la experiencia mediática del primero que, casi cuatro años despúes, se ha revelado como uno de los mayores engaños colectivos de los últimos tiempos y como el mayor problema para nuestro país: cinco millones de parados.
Que ahora Zapatero se autocalifique de responsable no es más que reconocer, y no es poco, su irresponsablidad por habernos traído a esta situación ya sea por su ceguera política o por su incapacidad para gestionar el problema.
Por todo ello, en efecto, es el irresponsable.
Editorial Estrella