La pasada semana llegaban a Madrid un año más, como una reivindicación de las Cañadas Reales y del uso de los viejos caminos de la Mesta. La calle de Alcála es uno de ellos y ha evolucionado hacia la llamada de atención sobre la necesidad de proteger la actividad del hombre en el medio rural, el pastoreo y la trashumancia.
Pero no se puede entender la labor del pastor sin la ayuda del perro. Después de prestar nuestra atención a las audaces ovejas invasoras del asfalto, con pleno derecho como ya sabemos, proponemos dedicar una mirada, admirativa por supuesto, hacia los perros de pastoreo.
En términos etológicos, el perro de pastor es troquela con la manada que conduce, guía y defiende. Dicho de manera coloquial, se considera un miembro superior de la misma, algo así como una “superoveja”, de manera que es él quien debe decir por donde se pasa o cuándo hay que reunirse. En segundo término el pastor humano, con mirada de complicidad y de orgullo.
La mayor parte de las razas de perros de pastor pertenecen al grupo de los lupoides, los más parecidos al lobo, pero a partir de aquí la selección ha diversificado sus formas y tamaños hasta lo increíble, siempre dentro de límites funcionales. Un pastor inglés o un Collie que pastorea en verdes praderas se pueden permitir poseer un hermoso pelo largo y sedoso. No así un perro de pastor que debe moverse entre matojos y arbustos, como los pequeños perros vascos de carea, vuya inteligencia asombra en los concursos que se celebran en aquella tierra, o el Gos Dátura catalá, del que se dice que su cachorro es el más bello entre la especie canina.
No olvidemos a los héroes capaces de “convencer” a un toro de una tonelada de que debe portarse bien, lógicamente agarrando su corvejón: hablamos de los bull dog y todos sus derivados. Tampoco olvidaremos al Pastor alemán, creado a imitación del lobo a principos del siglo XX. Su hoja de servicios como perro policía, guía de ciegos o buscador en las catástrofes es impecable.
Y tras las ovejas los mastines españoles: los únicos capaces de garantizar la seguridad del ganado lanar en territorios donde aún hace acto de presencia el lobo. Por si fuera poco todos los perros de pastor pueden convertirse en magníficos animales de compañía. De esa historia nos ocuparemos en breve.
Crisantemos
Los floricultores suelen quejarse, con razón, de que los crisantemos, cuyo nombre significa literalmente “flores de oro”, se asocien en nuestra cultura casi exclusivamente al culto a los difuntos. Afortunadamente esta mentalidad va cambiando, y cada vez son más las variedades que se comercializan como flores de terraza o de función decorativa, especialmente en su faceta de “flor cortada”.
El cultivo en maceta o arritae es tan sencillo y grato como el de las margaritas, miembros muy conocidos de su familia. Sol y riego generoso son claves para su correcto desarrollo.
La familia botánica a la que pertenecen crisantemos, margaritas, gerberas, girasoles, y tantas otras especies muy conocidas es la de las Compuestas. Una curiosidad: la aparente flor es en realidad un gran conjunto de ellas, lo que los botánicos llaman inflorescencia. Cada uno de los puntos amarillo del rosetón de una margarita es en realidad una flor, y hasta los falsos pétalos blancos que arrancaban los enamorados románticos son también flores individuales cada uno de ellos.
Killis: Lo más apasionante del acuario
Los pequeños peces conocidos con el nombre común de “killis” entre los aficionados a la acuarofilia, o “peces bandera”, por los coloridos a bandas de su aleta caudal –hay un killi “bandera española”- proceden de charcas de desecación periódica africanas. Poniendo turba o musgo en el fondo del acuario, los expertos sacan este material después de la puesta y se intercambian por correo los huevos desecados que revivirán tan pronto como vuelvan a entrar en contacto con el agua. ¿No es apasionante?
Naturalia